El río San Juan es un pequeño arroyo aunque se tiene bien ganado su nombre de río, después de abastecer de agua con sus manantiales a los pueblos de Cantalejo y Fuenterrebollo desemboca sus aguas al Duratón, para mi su primo hermano, algo más mayor y algo más viejo, pero al fin y al cabo familiares. No por todo su cauce tiene agua, nace en el pueblo de Prádena y sus aguas aparecen y desaparecen en su recorrido.
Unos pocos metros más adelante nuestro caminar se encierra más cerca del río, más cerca de la rocas, y me siendo espiado furtivamente por cantidad de ojillos que en las rocas y en los árboles anidan y me miran como un intruso, no más. Con estas palabras escritas quisiera solo, pero creo que no lo consigo, dar sensaciones a mis pasos por estas veredas verdes, tranquilas, sosegadas y llenas de trinos de pájaros y ese rumor del agua que parece que nos dijera “óyeme, da la vuelta y sígueme”.
Me encuentro en lo que realmente se llama San Juan, lleva el nombre del antiguo despoblado del que no queda nada sobre esta ladera, apenas sus refugios de ovejas en lo alto.


Sigo el camino que se me brinda hacia una salida y busco como referencia el deposito que en lo alto me espera, salgo del camino y ladera arriba subo como puedo hasta lo más alto saliendo de la encrucijada, desde allí veremos la rivera del río y las tierras de cereal, nos encontramos en el otro margen del río por el cual lo recorreremos, pero desde otra mirada, son tierras colonizadas por pueblos celtíberos, no muy lejos otro despoblado aun en la memoria, Hontanares, pero de raíces celtiberas, sus restos así lo testimonian.

Llegando a nuestro punto de partida por ese camino dejamos a nuestra derecha el antiguo arroyo ahora sin agua que desviado unos centenares de metros movía las ruedas del molino que en San Miguel de Neguera se encuentra en ruinas.

Y aquí termina mi primera jugada en el Juego de la Oca, en la casilla de inicio, pero seguiré jugando, aun me quedan muchas intimidades del río San Juan por descubrir, espero tener mejor suerte. Os invito a pasear por estos lugares llenos de historia y por la nada desdeñable naturaleza que recorremos junto a nuestro familiar e íntimo río San Juan.
Blogger pone a vuestra disposición cinco nuevas maneras de visualizar "Conoce tu Comarca".
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Mañanas, como tantas otras a lo largo de estos últimos años, me aventuro por nuestra comarca en busca de sabe dios qué, pero… bien prontito. Cuando el sol apenas despunta por nuestra sierra central y las tinieblas de la noche se refugian en las cuevas y recovecos de nuestras calizas, emprendo mis incursiones por nuestra tierra, esta tan desconocida, tan anónima, incluso para los que vivimos en ella, tan desierta, que pasas por los pueblos y no ves a un alma. Te reconforta a esas horas de la mañana esa luz segoviana tan azul y luminosa y esos gorriones trigueros en primavera, que en lo más alto de almendros, ciruelos y zarzas nos dan un recital de canto reclamando a alguna hembra. ¡Qué primaveras tan mágicas! Parece que renacemos después de estos inviernos tan crudos donde las heladas nos paralizan hasta el alma. Apenas en invierno ves vida: alguna perdiz, esa zorra olisqueando rastros, desquiciada ya porque lleva cinco días sin comer; pero lo que no dejas de ver son esas siluetas majestuosas en el cielo, buitres y más buitres buscando en un vuelo circular algún muladar donde darse un festín, porque eso es lo que parece por la cantidad de invitados (o no lo sean) que allí acuden. Las necesidades imperan y estos ya no buscan muladares, buscan granjas donde el infortunio del ganadero es, en ocasiones, fortuna de estos grandes señores de los cielos e inquilinos desde muchos siglos atrás de nuestras Hoces del Riaza, Hoces del Duratón y otras hoces más anónimas, desperdigadas por nuestro nordeste, que como arrugada piel caliza, surcan nuestra vieja tierra de Segovia; y no por ser anónimas dejan de ser espectaculares, el valle del Horcajo en Carrascal, la ribera del San Juan, la ribera del Caslilla…, todos ellos, lugares muy propicios para recorrer y percibir lo que nos rodea, entre sabinas, enebros, aromas de espliego, de tomillos, de decenas de plantas que a nuestro paso nos regalan, como queriéndonos dar su bienvenida. Va pasando la mañana, pero… si hay algo que me entusiasma cada mañana es el rato del almuerzo, pero no en cualquier sitio, el lugar más propicio es al lado de cualquier arroyuelo, donde a su vera, crecen esos chopos jóvenes de porte estirado y algunos no tan estirados, ni tan jóvenes. Lugar propicio para coger unos caracoles en temporada de ellos. Y allí, medio tumbado en esas pequeñas praderas, con el susurro del agua como coro y como tenores cualquier ruiseñor o jilguero que por ahí estén, es el rato más agradable de la mañana. Es bueno alimentar el espíritu con un concierto de estos pero también el cuerpo, pues se da siempre el caso, que no sabe nada mejor que un buen almuerzo en el campo, ¡qué lo sepáis! se da otro caso pero ese no se nombra. Sigo por esos caminos de dios después de almorzar, caminos digo, y a veces ni de dios ¡Pues vaya caminos¡ y para todos los gustos. Entre pinares, que de esto andamos bastante bien, (qué potencial tenemos en energías renovables), en fin… y cuando llega el otoño una gran variedad de setas y hongos nos hacen las delicias de paladares exquisitos, en otras ocasiones, por las riveras de los ríos, San Juan, Duratón, Riaza… vas andando por senderos, no dejando pasar inadvertido nada a tu paso: que si mira el lagarto ocelado, que agustito está al sol, qué ¡joder! (joder sí, los segovianos decimos joder), qué susto me ha dado la jodía culebra de escalera, que si el mirlo sale de entre las zarzas y te da otro sobresalto, qué mira que berros más buenos. En otras ocasiones, en los paseos por el campo el susto se lo llevan otros: corzos, jabalíes. ¡¡Eso me creo !!. pero ellos saben que estás por allí, antes de llegar. Los animales tienen los sentidos mas agudizados que nosotros, ¡tontos de nosotros! que creemos saberlo todo. Otros caminos son menos entretenidos, digámoslo así, son los caminos de tierras cerealistas: alguna perdiz en lo alto de un majano requiriendo alguna dama, algún cernícalo primilla estático en el aire sentenciando a algún ratoncillo para su prole, aguiluchos, milanos haciendo el vuelo nupcial. Es una delicia ver sus vuelos parejos. Pero lo que realmente me apasiona es tener la ocasión de ver cazar al halcón peregrino, contadas ocasiones lo vi, pero inolvidables, y casi siempre, en lo más alto del cielo, este cielo tan nuestro y tan azul. los buitres, ¡eso si que es volar!, ¡que envidia, coño! (porque los segovianos decimos coño también y bien claro ¡qué lo sepáis!) estos carroñeros, con el mínimo esfuerzo, recorren kilómetros y kilómetros, pero el hambre les aprieta… y digo yo ¿Por qué desaparecieron los muladares? En otros países europeos intentan introducir de nuevo al buitre y… por cuestiones sanitarias. Creo que cada ser tiene una función en este planeta, la del buitre limpiar de animales muertos el campo antes de ser focos de infección ¿… y la nuestra? ¡Pues no lo sé, pero creo que aquí, en el planeta, si alguien sobra, somos nosotros; son cosas mías claro, y es que, en mis incursiones en solitario por estas tierras, me da mucho que pensar y siempre viene a mi mente una palabra como resumen y final, RESPETO, pero también viene a mi mente otra, EQUILIBRIO, palabras básicas en nuestro entorno para llevarlas a su ejecución.
Mi tierra es esta, la recorro a menudo, la siento, la percibo, pero no sé narrar sus atractivos, su rudeza, sus encantos como se merece, la mejor narradora es ella, es un libro abierto por las páginas que tú mismo quieres leer, historia, fauna, flora, tradiciones. No te defraudarán sus páginas. Cinco sentidos dicen que tenemos, pero para sacar todo el partido de ellos en nuestra tierra, usar el corazón.
Preciosa mañana la de hoy domingo, las temperaturas frías de estos días pasados nos dan un respiro y aprovecho para salir a dar un paseo, tengo pendientes muchos parajes de nuestra comarca pero en esta ocasión me dirijo a un cañón que tengo ganas de recorrer desde hace tiempo, pues conozco donde empieza pero no donde termina.
Mi pequeña excursión empieza en el puente cercano a Castroserracín, diez de la mañana, aun el suelo y los barros del camino están helados, pretendo seguir el cañón hasta donde me lleven mis piernas desentrenadas de este invierno pues las salidas no han sido muchas.



El camino carretero desaparece a unos centenares de metros y empieza un sendero donde el susurro del agua del arroyo nos acompaña en el caminar, la vegetación es la típica plantación de chopos, antiguamente huertos, que deja paso a zarzas y espectaculares nogales. Según nos vamos adentrando, unas parejas de buitres salen de sus dormitorios o tal vez emplazamientos para fundar nuevas familias, es su momento de emparejamiento, la vida sigue para la fauna a expensas de estos movimientos sociales de los humanos tan complejos pero que también a pesar de todo e ignorándolo nos dejamos llevar por quien nos domina muy a pesar de muchos, la naturaleza.
A mi paso veo unas tenadas bajo abrigos naturales de las paredes de roca a las cuales me acerco cruzando el arrollo, ahora de aguas transparentes y en verano creo que inexistentes (en verano tiene que ser esto un horno de calor). Y poquito a poco, paso a paso, llego a un lugar donde de nuevo se ven huertos de árboles frutales, donde los ciruelos son famosos por sus ciruelas claudias, creo que ya estoy en el término de Valle de Tabladillo, y con unos centenares de metros más al Barrio de Arriba. Apenas veo gente y ya son las once de la mañana pero veo bajar a un señor ya mayor fumando un cigarrillo liado y me enrollo un poco con él, -¿cuantos sois en el barrio?- me dice que unos nueve, yo le digo, -¿contando a los perros y todo?- me dice, -que nooo hombre-, pero que de los nueve, cinco de ellos están solteros, -pues valla porvenir- pienso yo y como tengo prisa por volver, me vuelvo a encaminar por donde he venido y más porque noto que tiene una sordera que haría difícil nuestro entendimiento.
En la ladera restos de antiguas minas de yeso, en su momento el yeso de Valle de Tabladillo fue famoso entre los albañiles de la comarca por lo blanco y lo hijoputa que era para trabajarlo, las minas fueron quedando en desuso, volvieron a tener sus días de gloria por la extracción de alabastro, estas que veremos no, otras que se encuentran también en el término, en la actualidad creo están cerradas.
Me encuentro a mi paso con dos personas haciendo trabajos en la senda, Cesar padre y Cesar hijo, me quedo de charla con ellos y me cuentan, -yo si nací en el Valle- me dice el padre, -pero llevo en Madrid un porrón de años-. Están limpiando la senda junto a unos nogales que dicen que son de su propiedad, me cuentan que antes, debajo de ellos era pradera, ahora ni pueden recoger sus nueces de tanta maleza y zarzas, antes las cabras y ovejas de las tenadas cercanas no lo dejaban brotar ahora está salvaje todo esto. Hablamos un poco de como era todo eso antaño, y como anécdota me dice -aquí en el Valle las fiestas eran en agosto, pero por estos andurriales venían a ellas las cuadrillas de Castroserracín y nos destrozaban las plantaciones de cáñamo, por lo que decidieron los del pueblo cambiar las fechas para que no se las destrozaran. Por eso ahora son el ocho de diciembre, cuando el cáñamo aun no está ni sembrado-. ¡Que cosas! Ya no se siembra a ver que vais a pensar.
Después de un buen rato de charla y de nostalgia del pasado me despido de ellos. Vuelvo ya por senderos de barro, pues ya desheló y de nuevo a pasar junto a la semejante barbaridad de... ciruelo pétreo y me voy tan contento pa mi fragoneta y que no penséis que porque me transporte en fragoneta no soy de fiar ¡eh! que también soy mu honrrao, un poco cabrón (dicen) pero de buen corazón. Y así pasé mi mañana de domingo. ¿Y la noche? Pues un poco acomplejao por lo visto esta mañana de como se las gastan los frailes, semejante escultura no se la hacen a cualquiera, me consuela pensar que sea de cuerpo completo. ¡Vamos digo yo!
¡Hala, venga, a dormir, acomplejaos!
Empieza como todos los cuentos:
Hace ya muchos años existía en mitad del campo, como no podía ser de otra manera, un pueblo, en el vivían unas veintiocho familias, cada familia se mantenía sacando el fruto a la tierra con el esfuerzo de todos sus miembros, ayudados por ganado de tiro al que cuidaban con mimo, eran sus compañeros de trabajo y de ellos dependían sus cosechas en gran parte. Un huerto, una vaca, ovejas, un cerdo para San Martín, gallinas y algún que otro bicho de corral, rellenaban sus necesidades. Casi todas las familias subsistían de los recursos que ellos mismos arrancaban a la naturaleza, con modestia y sensatez, todas las familias vivían, sin lujos, pero tampoco eran dependientes de nadie más que de la merced de la naturaleza.
Pasaron años y siglos en esa perfecta ecuación de equilibrio sostenido, hombre y naturaleza, naturaleza y hombre, hasta que un hombre pasó por ese lugar, un hombre de ciudad vestido de traje, muy presentable él y les propuso que cambiaran su ganado de tiro por una máquina, infernal para los del pueblo por el humo que echaba y por el ruido que hacía, pero a cambio labraría sus tierras en menos tiempo, con menos esfuerzo y con mucha más productividad. Todos sospecharon de tal máquina y la rechazaron, tenían todo lo que querían pues no conocían otra cosa, solo uno de los habitantes quiso hacerse con una y a cambio de parte de futuras cosechas se hizo con ella.
Sus tierras no fueron suficientes para ir pagando el trato concebido y el mantenimiento de tal máquina infernal, y, poco a poco, fue ganando terreno a sus vecinos alquilando sus tierras pues, ese negocio ya no tenía marcha atrás. Al ver que su producción era mayor dejo la vaca y los bichos del corral pues su tiempo estaba limitado a hacer rentar sus tierras cada vez más y más, pues su producto cada vez era mas barato al ser menor su esfuerzo, pasaron algunos años más y sus vecinos no podían competir con él ni con su máquina, aun más grande que la anterior y más infernal si cabe y, no poco a poco sino con la rapidez de una máquina, fueron abandonando el pueblo, ya solo quedó él rentando esas tierras a sus vecinos. Sus hijos también se fueron lejos a estudiar, pues la escuela se cerró, su mujer fue a cuidadar a sus hijos a la capital, nunca más volvieron. Y colorín colorado el cuento de la máquina infernal ha acabado.
PERO OS PREGUNTAREIS:
¿Que máquina era esa tan infernal? Os lo podéis imaginar, la Avaricia.
¿Y como se llamaba ese señor? Nació llamándose Convivencia con el tiempo cambió por el nombre de Ansia y más tarde Amargura y Soledad.
¿Y como se llamaba el pueblo? La historia está inacabada aun, pero puede tener el mismo nombre que tu pueblo.





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MIS PUEBLOS SE ME MUEREN
Los pueblos se me mueren aquejados de un mal cáncer de soledad y abandono. Unas campanas en su lento y machacante latir nos lo anuncian con una frecuencia que nos entristece a los lejanos y hace llorar ya solo a una siguiente generación. Mis pueblos se me mueren, no queda la menor duda, ya en la historia se perdieron muchos, los que quedan aun resisten sin escuelas, sin críos correteando por sus calles, sin nueva simiente ¿que crecerá en ellos? Sus calles apenas unos pasos cortos y cansados las recorren, lentos, demorando su llegada, pues en la vuelta de la esquina tal vez les espera su ultimo destino.
Los pueblos se me mueren, y con ellos esos saludos de cada mañana tan rituales como entrañables: "hola Juana, ¿que tal estás hoy? María hace fresco abrígate, ¿viste ayer a la Dominga? Dicen que está mala".
Dejarán de sonar esas bocinas anunciando el pan de cada día de esquina en esquina, esas charlas a la fresca de la noche del verano, contando mil historias del pasado, no solo se mueren mis pueblos, se muere algo más, algo que ya no se lleva en otras sociedades, la convivencia.
Los pueblos se me mueren al igual que sus animales de cuadra, esos mulos yeguato o como los burros del tío Tizón, que ni que decir tiene el porqué le llamaban el tío Tizón, tan negro él como sus entrañas y es que en los pueblos conviven todos, le tienen cogida la medida a cada uno, dejarán de oírse los gallos en el corral, aquel perro detrás de las puertas carreteras, y aquel cerdo preparado para la matanza, que reclamaba su festín a base de sobras, patatas cocidas, algo de pienso y cebada cada mañana, ya no lucirán sus chorizos en el sobrao, tampoco en ese jamón colgado de un clavo de la cocina para terminar de curarse se darán más coscorrones sus inquilinos -“redios”-. ¿Y quien nos dirá, cuanto de sal, cuanto de pimentón, cuanto de orégano?
Los pueblos se me mueren, veremos caer sus casas poquito a poco, primero sus tejados rojos de teja árabe dejaran a la vista el esqueleto de sus maderas de cubierta, recogidas antaño en el enebral y ahora en la intemperie, aguantaran algunos años pues son duros como sus dueños que nacieron de la misma tierra, y luego, poco a poco, sus paredes de piedra y cal se irán desmoronando. Ya sus paredes interiores de adobe, galvegadas de cal se cayeron hace tiempo, para pasados unos años no dejar ni siquiera el recuerdo de ese hogar construido en muchos casos por los mismos dueños, ayudados por sus vecinos y es que en los pueblos era así. Y los pueblos se me mueren y con ellos la arquitectura tradicional.
Serán desiertos sus huertos de tomates con sabor a tomate, de lechugas tan frescas como el agua de sus fuentes, ahora ya secas, y sus frutales tan esqueléticos y secos como sus áridas tierras no regadas por ese pozo acenagado ya por esas piedras que formaban la pared para evitar intrusos. Mis pueblos se me mueren y con ellos esos sabores de juventud tan recordados... como cuando asaltábamos alguno para coger alguna zanahoria, algún guisante, cuidados con ese mimo que solo los nacidos de esta tierra saben dar y es que nada sabe igual que la fruta prohibida, como el primer beso robado detrás de los lavaderos a esa chica que te traía por la calle de la amargura, o ese revolcón en las eras que martirizaba tus sueños, los pueblos se me mueren y con ellos mis recuerdos.
Ya años atrás murieron muchos pueblos de nuestra comarca, aun en el recuerdo de nuestros mayores, San Miguel de Neguera, El Carpio, Villaveses, Cabrerizos, Aldealafuente, Fresneda de Sepúlveda, la relación de ellos sería larga de enumerar, tan larga como las tradiciones, ritos, gastronomía, folclore, ermitas, arquitectura que también con ellos murieron. Algunos pueblos de estos citados aun no desaparecieron en su totalidad, sus casas aparecen como esqueletos a nuestros ojos, inertes, mudos a nuestros oídos, pero no indolentes a nuestras demás sensaciones, sientes que algo muy nuestro, nuestra historia, se murió con ellos.







El maligno Esca (no le califico yo así, se autocalifica así él mismo. Bueno, sólo a su sonrisa…) dice ser benevolente con sus propuestas. Yo no estoy tan seguro de ello. En cualquier caso, entrar allí y lo comprobaréis.
Mis tres imágenes propuestas son más sencillas, un poco mas alejadas del área de acción de este blog. Son un conocido atrio porticado, un templo en cuyo pueblo se celebra una curiosa ceremonia/rito ancestral y una portada de un templo/bar difícilmente olvidable para sus
visitantes.
¿Dónde se localizan?
Una semanita para ello, amigos. Adelante…
Actualización: se han añadido nuevas fotos del Solapo del Águila realizadas por Carlos Santa Engracia al álbum de pinturas rupestres.
Han pasado ya muchos años desde cuando empecé a recorrer las Hoces del Duratón. Recorridos por sus intimidades, pretendiendo descubrir su alma que se encierra en cada paso que das por cada uno de sus rincones. Las estaciones del año las configuran de tal manera que en cada una tienen algo especial, si he de ser sincero la que más me gusta es la primavera, es como ver el alumbramiento de nuestra Madre Tierra, todo empieza a tener vida, hasta la roca más estéril nos regala unos “zapatitos de la virgen”. La que más añoro es el otoño, por sus colores realzados por sus atardeceres donde las sombras de los enebros y sabinas llegan hasta el infinito, sus rocas cambian de colores como si de un camaleón se tratase. En invierno, cuando la nieve cubre sus piedras, es momento de meditar ante la pureza del blanco y sobre la soledad que se encuentra en esos días por estos parajes, pero llega el verano y a pesar de ser un desierto implorando unos chaparrones que refresquen sus áridas tierras es cuando mejor se puede transitar por ellas.
Este fue un verano como tantos otros, en el que un grupo de amigos transitamos por caminos recorridos en tiempos ya lejanos, cuando las piernas no se cansaban y lo intrépido rozaba la insensatez. Lo digo por los lugares donde llegábamos buscando descubrir restos de antiguos moradores en cuevas, recovecos, solapos, abrigos, poyales, ... a sabiendas que todo estaba más que descubierto por los pastores actuales que siguieron aprovechando esos abrigos y cuevas para su ganado y que tienen nombre puesto casi a cada piedra desde siglos atrás y que pasaron oralmente de generación en generación hasta nuestros días, que si la Lastra los Seros, que si Los Mirones, El Encinar, el Pilón del Celemín ,Las Cárceles… en muchos de estos abrigos nos dejaron nuestros antepasados estas imágenes que hoy recogemos con nuestras cámaras digitales y ellos harían lo propio con estas pinturas ilegibles ya para nuestra mentalidad tan materialista en la que vivimos.
Con las cámaras fotográficas en ristre nos encaminamos en esa mañana tan calurosa de verano, los caminos se hacen espesos hasta llegar al lugar donde pretendemos, una parte del alma de las Hoces del Duratón.
Tardamos un rato hasta llegar a la botadera que nos llevaría hasta ese poyal donde se encuentra el pequeño abrigo, ahora cama de algún corzo o jabalí, y hace algunos miles de años refugio de algún antepasado que dejó su eternidad plasmada en rojo. Si, allí seguían esas figuras impregnadas en las rocas retando a nuestra tecnología a perdurar tantos siglos como ellas. La visión es muy diferente a estas edades que tenemos, pero seguimos emocionándonos y sorprendiéndonos al verlas y una cascada de preguntas invaden nuestra cabeza, difíciles de asimilar y mucho más de contestar. Lo que si tengo claro es que admirarían las Hoces como lo hacemos nosotros en escapadas como las de este verano, esa atracción, ese embrujo que ejercen sobre todos nosotros al igual que ejercería en los moradores de hace siglos y milenios atrás.
Seguiremos buscando en todos sus rincones ese alma que nos contestará muchas preguntas sobre nuestra existencia y nuestro caminar por este planeta pero que, si de nuevo he de ser sincero, las respuestas las encontraremos cada uno en nuestro interior.

Desde aquí mando un S.O.S. para que este arte rupestre no se pierda y así futuras generaciones den una respuesta a las incógnitas que encierran estas pinturas esquemáticas, tanto de nuestro pasado como de nuestro futuro.
“El mejor profeta del futuro es el pasado”.
Lord Byron (1788-1824); poeta inglés.
Por último, una pregunta dejo al viento este de la red, que la lleve allá donde sople, este tipo de pinturas esquemáticas se localizan en diferentes puntos de nuestra península, ¿creéis que estas pinturas esquemáticas, sin trasmisión de ningún tipo, ya sea oral o visual, las plasmaría el hombre por simple evolución?
Para ver y comentar el álbum de fotos pinchad AQUÍ.
Para ver la presentación de diapositivas a tamaño completo pinchad AQUÍ.
Ver Noticia sobre investigacion de las pinturas rupestres
Ver-http://www.academia.edu/705855/El_arte_rupestre_esquematico_en_el_Barranco_del_rio_Duraton_nuevos_dibujos_enigmaticos_en_la_roca
VER-estudios en la historia
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Ver-Excursion por las pinturas
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La Comunidad de Villa y Tierra de Fuentidueña en reunión extraordinaria celebrada el pasado día 26 de diciembre de 2010 decidió, por unanimidad, conceder el título honorífico de Hijo Predilecto de esta Comunidad a Don Fernando Sebastián Álvaro como reconocimiento a su labor de difusión, búsqueda y recopilación de la cultura que atesoran los pueblos que componen esta Comunidad.
En un acto dirigido por Don José María Bravo Gozalo, presidente de esta Comunidad, se alabó el buen hacer de Fernando Sebastián, nacido en Cozuelos de Fuentidueña, que desde su blog "Conoce tu Comarca" ha sabido dar a conocer a todo el mundo los valores de esta tierra. Acto seguido se descubrió la escultura de piedra, realizada por Lucio Zurdo, que representa a Fernando en uno de sus muchos paseos por estas tierras. La escultura ha sido instalada en el camino de las Praderejas justo en la confluencia de los términos municipales de Cozuelos de Fuentidueña y Fuentepiñel.
En estos días cercanos a las fiestas navideñas recibo felicitaciones y buenos deseos, solo, y nada más, que no está mal, no lo niego, pero yo lo que deseo es una GRAN CESTA DE NAVIDAD. A mi nunca me regalaron una, por lo que nunca he podido sentir ese regustillo que tiene que dar ir poco a poco destripándola y sacando de sus entrañas esa paletita, esos licores, ese vinito, ese turroncillo… a mi lo que me gusta es el verdejillo, pero no le hago ascos a nada, los puntos suspensivos tampoco están mal.
Yo, en mi “corta madurez”, me lo he preguntado a menudo: ¿Y a mi por qué no me mandan ninguna? ¿Qué he hecho yo para merecer tamaña ofensa?
Joer, que envidia me dan los que la reciben, en estos días cuando salgo a la calle procuro no fijarme, antes veía a los transportistas descargarlas y me decía: esa descarao que es para mi, pero no, nunca tuve esa suerte, ni siquiera una de esas que se rifan. En fin, apelo a un alma caritativa que haga realidad mi sueño. Aunque sea una de esas que no encuentran destinatario, o que son rechazadas, o de esas que llegan un poco perjudicadas o incompletas, o que sobran, aunque sea del año pasado, a mi me da lo mismo, ¡YO LO QUE QUIERO ES RECIBIR UNA GRAN CESTA DE NAVIDAAAAAAD!
Aprovecho estas líneas para desear a todos los que se pasan por este blog una Feliz Navidad y Próspero Año Nuevo.
Esca
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