Serpenteando, cruza el nordeste segoviano el tranquilo Duratón en la actualidad, pero en otras épocas de su historia, terrible Duratón, horadando a su paso lo que encontraba y formando para nuestro deleite visual los barrancos y hoces que ahora se admiran. Pero lo que si que dejó fueron pocos lugares por los que vadearlo, frontera natural infranqueable para vacceos y arévacos, uno de los lugares fáciles por donde cruzarlo fue lo que actualmente es San Miguel de Bernuy, sitio fácil para cruzar, pero también sitio a defender de intrusos. A la vez sería lugar de paso e intercambio de culturas de los pueblos limítrofes. Allí se levantan, sobre una península como fríos fantasmas dominando el actual pueblo, las Ermitonas cuyos cimientos se entierran sobre el antiguo castro, despojadas de cualquier elemento que pueda delatarlas como románicas, apenas sus figuras se reconocen como tal.
¿Donde estarán esos canecillos con los que me embellecieron..., mis fustes, mis capiteles, mis dovelas? Perdí un día la clave y hoy me encuentro así, recordando un pasado glorioso, pero el tiempo no perdona y menos los hombres, me crearon a su antojo, tal y como me destruyeron.
Esta es una imagen desde el pueblo de San Miguel de Bernuy. En primer plano el río Duraton, navegando río abajo nos encontraremos con el pantano de la Serranilla entre un paraje de peñas.
Esta ermita se encuentra en el pueblo junto al cruce de carreteras que nos lleva a Cobos de Fuentidueña, se levantó por el siglo XIX, en su construcción se emplearon elementos románicos de la antigua ermita de la Virgen del Río.
Los San Pedros y San Martines siguen oliendo a tomillos como desde siempre, a humo de sus hogares de lumbre baja, a techumbres de paja mojada por el agua de otoño, en los San Pedros y San Martines huele a necrópolis.
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