En esta ocasión me acerqué a un rincón de nuestra tierra segoviana, a un valle que lleva nombre de pueblo ¿o es el pueblo el que lleva el nombre del valle?
El valle de Tabladillo no se encuentra, se descubre por una pequeña carretera, según nos adentramos en él nos encierra entre sus paredes pétreas, refugio de buitres que toman el sol a primeras horas de la mañana sin perder de vista por estas fechas de invierno a los futuros navegantes del cielo segoviano que esperan en los nidos, aun prisioneros de su cárcel blanca. Cincuenta y cinco días, aproximadamente, les incubarán desde su puesta en enero, para, a finales de verano, sentir el placer que envidiamos algunos de los humanos, volar como solo los buitres lo saben hacer, dominio total del medio.
Nos da la bienvenida el emblema del lugar, el pingocho de San juan, que lleva el nombre de un antiguo despoblado que en las cercanias se encontraba, del cual apenas quedan en pie unas ruinas de su ermita, no muy lejos de este lugar otro despoblado, Pajares, que se encontraba en el alto.
Al valle desembocan barrancos de entrañas blancas que extrajeron sus habitantes no sin mucho esfuerzo y que enlucieron palacios como el de la Granja de San Ildefonso y casas más humildes y no por ello menos honradas, por sus laderas pugnan la cumbre los atrevidos almendros en silencio, solo roto en primavera por algunos pajarillos y algún macho de perdiz reclamando un poco de amor entre tan árida y seca orografía vigilados por los pequeños ventanucos de antiguas tenadas,palomares y colmenares que se cuelgan de cualquier oquedad o saliente en la roca para no caerse ladera abajo y que parecen mirarnos a nuestro paso.
Por el valle discurre un arroyo que nace en el Barranco del Fraile, en un lugar llamado Valdesuso, el Arroyo del Valle que llaman los lugareños, que recorre todo el valle para encontrarse con el Duratón apenas unos kilómetros más abajo, no sin antes mover las ruedas de dos molinos en un pasado ya lejano y dar la vida a sus huertas, nogales y a esos árboles frutales y de ciruelas claudias tan conocidas en toda esta zona.
El nombre de Tabladillo tiene su origen en esos huertos, se les llamaba Tabula (medida de extensión), se empleaba antiguamente, era un pedazo de heredad que se siembra, su origen es romano y la procedencia del vocablo bien podía ser gallega o asturiana, probablemente el lugar de los colonos que se asentaron en estas tierras en tiempos de la reconquista.
Valle de Tabladillo es un pueblo escondido en un valle, es una pequeña porción del norte de nuestra Península Íberica enclavado en tierras castellanas, en mis visitas siempre me lo pareció y más en algún día de niebla o lloviendo, esas casas hechas de adobe, de delicada labra en sus dinteles de piedra, escalan las laderas, sus galerías que aun quedan en pie lo testimonian, las casas de nueva construcción se siguen haciendo con galerías, es de agradecer que no se pierda su identidad.
Continuando la carretera nos encontraremos con el Barrio de Arriba y el Buqueron, con los restos de su ermita de San Cristóbal y un buen paseo por el Cañon del Fraile que nos lleva hasta el pueblo de Castroserracin.
El valle de Tabladillo es otro de los bellos rincones desconocidos que se encuentran en nuestra tierra segoviana, un lugar lleno de encanto, de sabor a lo tradicional, de olor a aromáticas, de silencio compartido con almendros y centenarios nogales, de imágenes recogidas por nuestra retina que no se olvidarán tan fácilmente.
Para ver algo más
http://www.conocetucomarca.com/2011/02/entre-dos-pueblo-el-canon-del-fraile.html