La Semana Santa comenzaba para mi en Cantalejo, procesión de Jueves Santo, como tantos, los más como mero espectador. Los quintos del pasado año dejaron su lugar a los de este año, este era su primer papel.
VIERNES SANTO POR LA MAÑANA
Esta es la plaza de Torrecilla del Pinar, algo diferente a lo habitual.
Y esta, su ermita románica, dedicada, como no iba a ser menos, a la Virgen del Pinar, y esto del Pinar no es gratuito, desde donde está ubicada esta ermita, en lo alto de esa pequeña colina, la vista se pierde entre un mar de pinares a su alrededor.
Dos personajes de una semana santa, Barrabás y creo que un apóstol, no me paré a preguntar, no se si por miedo a Barrabás o al apóstol.
La pasión viviente comienza.
Este señor, su nombre Pablo será por hoy el protagonista, tiene el papel de Jesús, la imagen es de un momento de la Santa Cena, la cual se hace dentro de la iglesia donde me encuentro con una representación gótica de la pasión, preciosa por cierto.
Continuamos la pasión.
Y empieza, con la cruz a cuestas, el camino del Via Crucis por el pueblo en dirección al Calvario que se encuentra en las afueras del casco urbano en una pequeña colina. Esto promete, es como la vida misma, cada cual que soporte su cruz, pero esto se ve diferente cuando alguien la lleva por todos, es una liberación, hasta parece la gente mas animada.
Por fin, el monte Gólgota, cuando se ve a lo lejos algo por dentro te invade, sabes que esto terminará pronto, total, ya no dice nada de lo agotado que está, ya no se considera peligroso. ¿Peligroso digo? No robó, no asesinó, no violó, ¿solo por hablar le crucifican? Si es que no hay mayor peligro y más ofensivo que ese medio de comunicación, y más si se dicen cuatro verdades como templos. Pero el pueblo, ese pueblo que él defendió pasivo, hizo oídos sordos, crucificarlo. Si eres amigo de la verdad puedes seguir el mismo camino, la crucifixión, en fin, si te callas también. ¡Que poco ha cambiado la historia!
Y el Viernes Santo por la mañana pasó en Torrecilla del Pinar viviendo esta representación de la Pasión de Cristo, donde los asistentes, terminada esta y camino a casa, pensarían en lo trascendental algunos, y otros lo cotidiana que es la vida.
NOCHE DEL VIERNES SANTO
Las noches de viernes santo en Turégano son diferentes, son mas noches que nunca, más silenciosas, más recogidas en si mismas, parecen no tener amanecer. Sus pasos, lentos, pausados, como no queriendo llegar nunca a su destino, atraviesan la plaza entre el resplandor de pequeñas velas que colocadas por los balcones y aceras se diría que son espíritus que se asoman por esas casas porticadas. Como un poderoso gigante, iluminado sobre el pequeño promontorio, el castillo, donde encerrada en una prisión eterna de piedra se encuentra la iglesia románica de San Miguel. Capas castellanas negras, sobrias y serias llevan las andas del cristo, vestidos cortos con peineta y velo del color del luto como la noche llevan la virgen, ésta dejando a su hijo crucificado en la iglesia de San Miguel regresará esa misma noche al pueblo.