El templo románico, nace de las raíces de la historia de un pueblo, la historia la escriben sus gentes, sus pasiones, sus tradiciones, sus amarguras, sus creencias, su trabajo, su fe, estos son los cimientos del templo.
Los sillares no son más que esas gentes colocadas con no menos empaque o destreza, como su sociedad, pero siempre, siempre, con la armonía que caracteriza al templo románico, este no se puede disociar del pueblo donde se encuentre, y este tampoco de la naturaleza que le rodee y este ubicado, el pueblo ademas de sus casas, su patrimonio, son sus gentes, esa es la esencia de un pueblo, sus gentes.
No solo se debe de admirar el templo, sino todo lo que le rodea, paisaje y paisanaje, su enclave no es altruista, entonces entenderemos realmente el arte románico. Y, tal vez, entender el momento de la historia a quien estaba dirigido y el porqué nuestras generaciones deben proteger este legado, y recordar nuestro pasado, es una lección de humildad que no debemos olvidar, en ocasiones para no volver a tropezar de nuevo, otras para imitar.
Protejamos nuestro patrimonio.

Fresneda de Sepúlveda

 Duratón

Ermita del Casuar, Valdevacas de Montejo

San Vicente, Hinojosas del Cerro

San Juan, Orejana