Dicen que juntándose unos cuantos curas de varios pueblos linderos para oficiar la misa de la fiesta grande de uno de ellos, cuando hubo terminando el santo oficio se fueron a otro, no tan santo pero más gratificante físicamente, unos buenos lechazos, unas ensaladas y para limpiar y enjuagar la legua y tener en buen uso la herramienta de comunicación unas jarras de vino, no dulce como el de las misas pero que relaja el espíritu que no veas. Salió a conversación el tema de los casamientos de curas, esa cantinela de siempre, los ánimos se iban caldeando entre los que apoyaban y los que no y el vinillo calentaba el ambiente. Pasando el cantinero que les estaba atendiendo en la posada oyó decir: -Bueno, yo os digo lo que me parece, nosotros somos ya mayores y no lo veremos pero nuestros hijos a lo mejor si.
Entramos en las salas nobles de tan notable lugar allá por los siglos XII al XVII. Después vendría la desamortización de Mendizabal trayendo consigo caos, desamparo y desidia para muchos de estos edificios.
Y es que, admirando este paisaje, ¿quien no se abandona al susurro del Duratón a su paso?
La naturaleza se abre paso sin que le ofrezcan nada, hasta una roca desnuda es buena para crecer allí y ofrecernos sin nada a cambio una bella imagen.
La naturaleza y el tiempo a cada cual le pone en su lugar tarde o temprano, éste está de acuerdo ¿y vosotros?
Paco Torralba, desde su blog Astrágalo, nos manda esta imagen de nuestra comarca "retándonos un poco". ¿Sabéis alguno a que pueblo pertenece? Yo creo que es ese que creo, pero ¡desde esas alturas! Es mala leche lo de este Paco Torralba. Seguro que si en vez de esta imagen pone la de la entrada al bar del pueblo lo sabríamos todos, en fin, si alguien lo conoce... ya sabe y si me mandáis una de románico para proponerle a él otro reto, mejor que mejor.
Cuevas de Provanco.
Por aquellos tiempos la vida discurría tranquila en el valle, que se sentía seguro a la sombra del castillo que se alzaba en la cumbre del cerro.
El rey moro que lo habitaba se había casado con una cristiana y del matrimonio nació una preciosa hija a la que pusieron el nombre de Penta.
Esta, al crecer, se convirtió en una muchacha bellísima y de todas partes acudían nobles y príncipes pidiendo su mano. El rey apremiaba a Penta para que eligiese marido entre aquellos pretendientes pero la muchacha, a quien su madre había enseñado las verdades de la religión cristiana y la historia de los ermitaños que se retiraban de la vida mundana en busca de perfección, solo aspiraba a recluirse en una cueva solitaria y rechazaba todas las proposiciones.
Enfurecido, el rey accedió finalmente a los deseos de su hija y autorizó su retiro pero prohibió que se la diera de comer, esperando que el hambre venciera su obcecación y su resistencia al matrimonio, pero allí se manifestó la bondad del Señor y durante muchos años las palomas del valle se encargaron de alimentar a Penta con los granos de trigo y frutos que transportaban con sus picos. Penta vivió santamente y el castillo del rey moro, cuando este murió quedó vacío y sus torres, vencidas por el tiempo,se vinieron abajo. De eso hace ya muchos años, pero en la cueva que hay en la ladera del monte "la Cueva de Santa Penta", y en los desmoronados muros que todavía pueden verse en lo mas alto del cerro que domina el pueblo, permanece su recuerdo.