Conoce tu comarca

Historias, leyendas y paseos por lugares de la provincia de Segovia.



La primavera acude puntual a su cita cada año con sus mejores galas, nunca me decepciona, extiende sus colores por nuestros campos con sus atrevidas composiciones, que si aquí en este campo un poco de amarillo, pues allá el azul le viene bien a esas rocas, y en este prado tan verde pues unas florecillas blancas y otras cuantas amarillas, la jovial primavera nunca se equivoca, ella es así, no da puntada sin hilo. El verano deteriora sus obras y el crudo invierno, en nuestras tierras, acaba con su creación, pero ella no abandona sus campos, los nutre con sus encantos de buena decoradora y exquisito gusto. En muchas de las ocasiones que tengo la oportunidad de recorrer nuestros campos me fijo en ese suelo tapizado de flores, plantas y otras hierbas y pienso que muchas de ellas pasan desapercibidas o bien para nuestros ojos por lo diminutas que son o bien para nuestra percepción, nos fijamos en la rosa y no vemos sus espinas que la protegen y sus hojas que con ese color verde que tienen ayudan a realzar mucho más que por si sola a la rosa. Quiero decir con ello que nuestros paisajes se componen de infinidad de plantas, flores y demás hierbas que por muy pequeñas que sean tienen su función y que creo necesarias en el conjunto, que no reciben el agrado de nuestros ojos pero son imprescindibles en esa composición para que no le falte ni el más pequeño detalle a esta maravillosa creación de la primavera que no solo nos recrea la vista sino que nos aporta esa esencia que nos curará esta o esa otra enfermedad. La naturaleza es dueña de la mejor farmacia, donde guarda los mejores perfumes, las mejores medicinas para nuestras enfermedades, como también los más potentes venenos, creo que la amalgama de todos ellos son vitales, respetemos por ello a cada "hierbajo", quien sabe si son la cura de tus males.
Bienvenida Primavera que todo lo creas, siempre demandada, pero nunca suficientemente agradecida, gracias Primavera por venir este año también.




La amapola, emblema de los campos de Castilla.

Pugna el color de la pasión con el de la esperanza,
la fertilidad con el barbecho, la primavera con el invierno,
la tierra con el cielo, la vida con la muerte.
La primavera marchará, con sus mil colores,
solo quedará el viento del otoño
portador de temores y desconciertos.
Vuela, vuela, como alma de mariposa
allá donde te lleve.


Esta es la flor de la Zarzamora, muy frecuente en zonas húmedas y de ribera, muchas propiedades se le adjudican, como lo de una mancha de mora con otra verde se quita, sus frutos exquisitos, pero lo guardan muy bien protegiéndolo con sus espinas, y creo que por su aclimatación a cualquier terreno será la planta que más y mejor agarra, cosas del pastor Isidro de Sebúlcor, con tu permiso Isidro:
Cierto día, hace años y por estas fechas, estaba Isidro el Moro a la fresca del río Duratón llevando de careo a sus ovejas, churras por supuesto, en esa zona del río, paseantes y turistas del Termitero (Madrid, para que me entendáis) no faltan, entre tantos, dos parejas, las señoritas del Termitero, los caballeros de la zona, enseñándolas un poco los atractivos de la comarca. A las señoritas ya maduritas, les chocaba mucho la flor de la zarzamora y pretendían llevarse un esqueje para trasplantarlo, pero tenían la duda de si agarraría en un tiesto para ponerlo en la terraza del piso del Termitero, por lo que para aclarar dudas los caballeros de la zona las dijeron:
— Preguntar a ese pastor que conocemos, él seguro que sabe del campo más que nadie.—
— Señor pastor, esta planta con estas flores tan bonitas si nos llevamos un esqueje ¿usted cree que no se secará y agarrará?—
Isidro el Moro, un cachondo mental, echándose las manos a la cabeza — ¡Que si agarra!, mire señorita, esta planta cuanto más seca esté más agarra, compruébelo usted misma, después de unos años de tenerla al sol y a la intemperie, usted se desnuda, se abre de piernas, se pone el esqueje entre las piernas, seguidamente las cruza sin que se le caiga y luego tira fuertemente del esqueje y verá si agarra.—


En los pinares se suele dar esta planta, es un buen remedio para curar las indeseables almorranas, su raíz se corta, se envuelve en un pequeño atillo de tela de algodón y se lleva entre la ropa interior del silencioso sufridor de almorranas,
¿Efectivo?, los casos que conozco y el mío propio, cura total, cosas de brujería.


Este es el Gordolobo, altivo, muy señorial él y muy vistoso al amanecer, sus flores amarillas brillan espectacularmente a esas primeras horas de la mañana.
Antiguamente se utilizaba para pescar en el río Duratón en ciertos bodones donde se escondían los peces bajo la roca descarnada por el rió a su paso, se cerraba el paso del agua con céspedes y piedras, evitando que el agua ni saliera ni entrara por ese lugar o desviando su cauce. Preparado todo se golpeaba el Gordolobo lo más posible sobre la roca que quedaba por encima del agua para que sus esencias cayeran al agua estancada, en pocos minutos los peces salían de sus escondites quedando flotando sobre las aguas a merced de los pescadores que empleaban esa artimaña para cogerlos, esta práctica esta prohibida en la actualidad.

Con los primeros rayos del amanecer y de espaldas al sol, se arrancaba y de rodillas, se decía:
Buenos días Gazapeo
tu me miras ,yo te veo
con la gracia que tu tienes
y la que Dios te ha dado
haz que se caigan los gusanos
al animal (se citaba al animal y a su dueño).
Y se tiraba hacia el sol por encima de la cabeza, seguidamente se salía corriendo no mirando hacia atrás.
Gracias Ole de Sebúlcor, el pueblo de los Brujos, por esta aportación.


Unas cuantas más, difícil empresa fotografiar a todas, disculparme las que no salís en este blog, pero saber que yo también os quiero.


Unas florecillas, tan delicadas como efímeras.


Aromáticas como el Espliego o Lavanda, antiguamente, hace ya unos cuarenta años se recolectaba por los meses de agosto y septiembre por los lugareños y se lo compraba un señor venido de Murcia que con su alambique sacaba la esencia, en esta tarea me contaron los que lo recordaban que se segaba la parte de arriba solo y que empleaban a cantidad se personas mayores y chavales, bien venían unas perrillas extras en esos tiempos.


Rupícolas; Zapatitos de la virgen, Siemprevivas, Sedos y el conocido, y empleado en infusiones por aquí, como de Té de Roca, que no es tal puesto que no tiene teina, su nombre exacto es Jasonia Glutinosa. La roca, desnuda en invierno, se embellece en primavera con multitud de plantas y flores que se agarran a ella como lapas buscando sus nutrientes.


Paisajes de peonías en las Hoces del Duratón, su floración muy efímera, solo nos deleitarán nuestros sentidos un par de semanas.


Paisajes de cereal, uno de los alimentos básicos en la dieta del hombre, poco valorados los que hacen posible la producción.

Un mar de pinares se extiende por nuestra comarca perdiéndose en el horizonte.


Los tenemos albares, con sus piñas repletas de piñones de consumo, son los menos en nuestra comarca y los que se aprovechan para madera y de nuevo el producto de la resina abandonado hace 30 años su recogida.Este es el enebro que está junto al deposito antiguo de Villar de Sobrepeña, dicen que cura los orzuelos, simplemente debes tronchar una yema de sus ramas, cuando esta esté seca, tu orzuelo se quitará. También cura los clavos, debes coger tantas garullas como tantas cabezas tenga el clavo.
Pero claro todo esto son hechizos que por uno mismo no funcionan, necesitan la intervención y los rezos de los descendientes de antiguos druidas celtibéricos amantes de la naturaleza que por la zona vivieron en sus castros a lo largo del río Duratón, ahora ruinas apenas perceptibles.Aun en los pueblos queda algún que otro descendiente de druidas que como buen druida no sueltan prenda de sus hechizos, magia y sabiduría nada más que a sus descendientes, y oralmente.
Y es que en mi comarca la magia todavía existe, se palpa, se siente en sus miradas que analizan tu interior y ya no solo hablando con los druidas sino paseando por ciertos lugares que crees solitarios y nada más lejos de la realidad, miles de ojos expían tu comportamiento en la naturaleza, ojos delatores que darán cuenta de ti si no eres humilde y correcto con tu madre Tierra, pero claro para sentir esto es necesario algo que no está al alcance de muchos, amar la tierra donde vives.


Gracias por la colaboración a mi pariente Fernando de El Villar de Sobrepeña
por cederme este calendario que creo que resulta instructivo y curioso.

Cuando todo parece olvidado siempre surge un nuevo reencuentro con el pasado, ingrato porque es pasado y no podemos volver a vivirlo, apenas un atisbo de notas musicales, un aroma viajando en el viento, nos reencuentra con esos amigos de juegos de infancia, con el sabor del chupa-chups que comprábamos con la propina de la abuela, con esa mesa camilla donde escondernos de la zapatilla después de traer los pantalones rotos, esos tiempos los recordamos en nuestro otoño, ese otoño que a todos nos llega antes del invierno y después del verano. Y este otoño parece que va a pasar tan deprisa que intentamos recopilar vivencias, imágenes, recordar, en una palabra, nuestra vida pasada. Esta que vivimos de adultos, es tan efímera, tan vacía, que recurrimos a la primavera donde nuestras obligaciones estaban en correr sin rumbo, en revolcarnos en la hierba hasta que nos dolían las rodillas, en coger ranas, grillos, bichos… en darnos cuenta de que la vida de nuestro entorno era nuestro hogar, en descubrir la vida a nuestro alrededor, porque en los pueblos era así,era nuestro patio de casa, llegaba hasta donde el miedo ya no te dejaba seguir, los límites en el juego los ponía uno mismo. En la actualidad, me apena ver a los chavales que desde muy pequeñitos los llevan a la guardería y pasan sin ver a su madre casi todo el día, luego viene el colegio, más tarde los deberes, luego la clase particular de mates o inglés y algún día a talleres de juego a enseñarles a jugar un adulto pues les robaron su imaginación para ello, y una vez por semana a catequesis durante tres años antes de la comunión donde se le colmará de los juguetes con los que nunca tendrá tiempo de jugar, porque ya de adolescentes se les exigirá más y más y porque, simplemente, los juguetes de la actualidad juegan solos.
Adoctrinamiento brutal para los tiempos que vivimos, vivimos digo yo… ¿acaso les queda tiempo para ello? Personalmente en mi otoño tengo mis recuerdos placenteros de mi infancia, me pregunto si estas nuevas generaciones, cuando les llegue el otoño, pedirán cuentas a la sociedad y se preguntaran:

¿QUIEN ME HA QUITADO MI MES DE ABRIL?


Gracias por la colaboración a mi pariente Fernando de El Villar de Sobrepeña
por cederme este calendario que creo que resulta instructivo y curioso.



El río San Juan es un pequeño arroyo aunque se tiene bien ganado su nombre de río, después de abastecer de agua con sus manantiales a los pueblos de Cantalejo y Fuenterrebollo desemboca sus aguas al Duratón, para mi su primo hermano, algo más mayor y algo más viejo, pero al fin y al cabo familiares. No por todo su cauce tiene agua, nace en el pueblo de Prádena y sus aguas aparecen y desaparecen en su recorrido.

Pero mi excursión por este río tan peculiar y tan cercano a las gentes de los pueblos que siempre le nombran con cariño, empieza desde el despoblado de San Miguel de Neguera, junto al puente que hace siglos era lugar de paso casi único para vadear las hoces del Duratón y las del San Juan, de ahí la importancia de este valle, y como en el Juego de la Oca, o de la vida misma, “de puente a puente por que me lleva la corriente”. Cruzo el puente como puedo para estar en la otra orilla y coger un camino entre enebros, como puedo, digo, pues ya se derrumbó hace años y los pastores lo tenían apañao que se dice, pero cuando desaparecen las gentes del campo viene el abandono.
De puente a puente y tiro por que me lleva la corriente. Como veis este puente está impracticable, siguiendo la carretera con dirección al cruce de Villaseca y El Villar de Sobrepeña y nada más pasar el pequeño puente moderno del San Juan sale un camino a la derecha, ya estarás en ruta.

Creo que casi siempre luchamos contra corriente, en este caso no va a ser diferente vamos río arriba, el camino es suave, sin grandes esfuerzos, un paseo muy agradable a los sentidos, los aromas nos embriagarán al pisar las aromáticas que por allí crecen, los cantos de los pájaros, algún corzo que otro sale de estampida al vernos, suelen bajar por las noches a beber agua y pastar por su ribera hasta bien entrada la mañana.
Vistas del valle del río San Juan, cercándolo al frente los Morros del San Juan, asentamientos de pueblos celtibéricos, junto al camino que vemos, que es nuestra ruta, la necrópolis visigoda.

El camino bordea una necrópolis visigoda, cierto día, labrando este terreno, el arado desenterró algún esqueleto junto con sus ajuares, collares, anillos, fíbulas, que los hombres de los siglos V y VI enterraban junto a ellos para el camino al Más Allá, siguieron las excavaciones llevadas a cabo por Antonio Molinero Pérez allá por el año 1955.
Unos pocos metros más adelante nuestro caminar se encierra más cerca del río, más cerca de la rocas, y me siendo espiado furtivamente por cantidad de ojillos que en las rocas y en los árboles anidan y me miran como un intruso, no más. Con estas palabras escritas quisiera solo, pero creo que no lo consigo, dar sensaciones a mis pasos por estas veredas verdes, tranquilas, sosegadas y llenas de trinos de pájaros y ese rumor del agua que parece que nos dijera “óyeme, da la vuelta y sígueme”.
El río se encañona después de pasar la necrópolis, tendremos la oportunidad de ver en sus paredes buitres, grajillas, chovas y con suerte alimoches y alguna que otra sorpresa.

Pero estamos jugando al Juego de la Oca y poco a poco, desoyendo ese rumor y pasando junto a la fuente Casimiro, un buen lugar para almorzar, llego al otro puente, pequeño pero fuerte y robusto, en el juego este no podemos calificar por su imagen, puentes más grandes cayeron y pequeños ríos también se los llevaron con sus crecidas, pero la mala suerte del dado me lleva al puente del inicio, así que marcha atrás.
Me encuentro en lo que realmente se llama San Juan, lleva el nombre del antiguo despoblado del que no queda nada sobre esta ladera, apenas sus refugios de ovejas en lo alto.
Sobre esta ladera se encontraría el pueblo de San Juan, en su alto antiguos refugios de ovejas, merecen una visita.

Cruzando el puente que se encuentra junto a un desahuciado molino, cogemos el camino que nos sacará de esa encrucijada, donde los manantiales brotan bajo nuestros pies y darán abastecimiento a los pueblos de Cantalejo y Fuenterrebollo, cuyos depósitos vemos en lo alto y los de decantación, de Cantalejo, junto al camino.
Por fin llegamos al otro puente por el que cruzaremos.

Sigo caminando, no quiero andar por aquí y no pasar por este lugar sin visitarlo de nuevo, a un centenar de metros sale un nuevo barranco y dejo el camino, no se como se llama, tampoco me importa. Sobre la ladera de la otra orilla del riachuelo vemos otra de sus intimidades, un pequeño lienzo, tal vez restos de la antigua ermita de San Juan, no muy lejos de ese enclave la enigmática Cueva de las Siete Revueltas, que más que cueva es un agujero.
Nuestra siguientes visitas las encontraremos en el barranco que nos sale a nuestra izquierda,del que volveremos sobre nuestros pasos.

Sigo adentrándome por ese pequeño barranco continuando por el lecho vacío del arroyuelo para llegar a mi punto mágico, debajo de ese abrigo te sientes pequeño, pero a la vez crees estar dentro de un gran cuadro donde por momentos eres la figura central, como el Juego de la Oca y de la vida todo es una contradicción, mis paseos en solitario es lo que tienen, te comes el coco. Continuo por el barranco hasta encontrarme con un refugio de ovejas, solo le veo desde fuera, son recientes las cagurrias y puede haber pulgas. Sus restos de antiguos moradores de hace milenios los encuentro en un insignificante lecho de agua de tormentas que descarnó la tierra, sacando a la luz una más de sus intimidades donde los cursos de agua eran la vida para estos antiguos moradores.


Vuelvo sobre mis pasos hasta el camino en que dejé el dado, no me ha sido propicio, pero me da la oportunidad de seguir mi camino, en la vida no siempre tienes esa oportunidad.
Sigo el camino que se me brinda hacia una salida y busco como referencia el deposito que en lo alto me espera, salgo del camino y ladera arriba subo como puedo hasta lo más alto saliendo de la encrucijada, desde allí veremos la rivera del río y las tierras de cereal, nos encontramos en el otro margen del río por el cual lo recorreremos, pero desde otra mirada, son tierras colonizadas por pueblos celtíberos, no muy lejos otro despoblado aun en la memoria, Hontanares, pero de raíces celtiberas, sus restos así lo testimonian.

Os muestro restos de nuestro patrimonio aun por estudiar.

Mis pasos ya no son por caminos ni veredas, busco entre jóvenes pinos y encinas de repoblación el lugar de mi partida por estos cerros que se llaman los Morros del San Juan, todos ellos nos dejaron restos de un pasado glorioso, pero debemos bajar después de admirar por momentos el valle que a nuestros pies vemos y cogeremos ese camino que tarde o temprano todos cogemos, para bien o para mal, pero es nuestro destino, la sociedad lo juzgará.
Llegando a nuestro punto de partida por ese camino dejamos a nuestra derecha el antiguo arroyo ahora sin agua que desviado unos centenares de metros movía las ruedas del molino que en San Miguel de Neguera se encuentra en ruinas.
Estos son restos romanos (difícil de localizar si no se conoce) de la villa de Castillejos, es la llamada Cueva del Moro, pero más se parece a la cueva de un dragón, pues salió de allí este que os muestro.



A nuestra izquierda esa loma llena de enebros se llama Castillejos, lugar emblemático en nuestra historia, villa romana aun sin estudiar pero importante, lo delatan sus restos, la Cueva del Moro, estucos, terra sigilata, cimentaciones ocultas entre los enebros, creo que fue cantera fácil para los primeros colonos de San Miguel de Neguera.

Y aquí termina mi primera jugada en el Juego de la Oca, en la casilla de inicio, pero seguiré jugando, aun me quedan muchas intimidades del río San Juan por descubrir, espero tener mejor suerte. Os invito a pasear por estos lugares llenos de historia y por la nada desdeñable naturaleza que recorremos junto a nuestro familiar e íntimo río San Juan.

Blogger pone a vuestra disposición cinco nuevas maneras de visualizar "Conoce tu Comarca".

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Mañanas, como tantas otras a lo largo de estos últimos años, me aventuro por nuestra comarca en busca de sabe dios qué, pero… bien prontito. Cuando el sol apenas despunta por nuestra sierra central y las tinieblas de la noche se refugian en las cuevas y recovecos de nuestras calizas, emprendo mis incursiones por nuestra tierra, esta tan desconocida, tan anónima, incluso para los que vivimos en ella, tan desierta, que pasas por los pueblos y no ves a un alma. Te reconforta a esas horas de la mañana esa luz segoviana tan azul y luminosa y esos gorriones trigueros en primavera, que en lo más alto de almendros, ciruelos y zarzas nos dan un recital de canto reclamando a alguna hembra. ¡Qué primaveras tan mágicas! Parece que renacemos después de estos inviernos tan crudos donde las heladas nos paralizan hasta el alma. Apenas en invierno ves vida: alguna perdiz, esa zorra olisqueando rastros, desquiciada ya porque lleva cinco días sin comer; pero lo que no dejas de ver son esas siluetas majestuosas en el cielo, buitres y más buitres buscando en un vuelo circular algún muladar donde darse un festín, porque eso es lo que parece por la cantidad de invitados (o no lo sean) que allí acuden. Las necesidades imperan y estos ya no buscan muladares, buscan granjas donde el infortunio del ganadero es, en ocasiones, fortuna de estos grandes señores de los cielos e inquilinos desde muchos siglos atrás de nuestras Hoces del Riaza, Hoces del Duratón y otras hoces más anónimas, desperdigadas por nuestro nordeste, que como arrugada piel caliza, surcan nuestra vieja tierra de Segovia; y no por ser anónimas dejan de ser espectaculares, el valle del Horcajo en Carrascal, la ribera del San Juan, la ribera del Caslilla…, todos ellos, lugares muy propicios para recorrer y percibir lo que nos rodea, entre sabinas, enebros, aromas de espliego, de tomillos, de decenas de plantas que a nuestro paso nos regalan, como queriéndonos dar su bienvenida. Va pasando la mañana, pero… si hay algo que me entusiasma cada mañana es el rato del almuerzo, pero no en cualquier sitio, el lugar más propicio es al lado de cualquier arroyuelo, donde a su vera, crecen esos chopos jóvenes de porte estirado y algunos no tan estirados, ni tan jóvenes. Lugar propicio para coger unos caracoles en temporada de ellos. Y allí, medio tumbado en esas pequeñas praderas, con el susurro del agua como coro y como tenores cualquier ruiseñor o jilguero que por ahí estén, es el rato más agradable de la mañana. Es bueno alimentar el espíritu con un concierto de estos pero también el cuerpo, pues se da siempre el caso, que no sabe nada mejor que un buen almuerzo en el campo, ¡qué lo sepáis! se da otro caso pero ese no se nombra. Sigo por esos caminos de dios después de almorzar, caminos digo, y a veces ni de dios ¡Pues vaya caminos¡ y para todos los gustos. Entre pinares, que de esto andamos bastante bien, (qué potencial tenemos en energías renovables), en fin… y cuando llega el otoño una gran variedad de setas y hongos nos hacen las delicias de paladares exquisitos, en otras ocasiones, por las riveras de los ríos, San Juan, Duratón, Riaza… vas andando por senderos, no dejando pasar inadvertido nada a tu paso: que si mira el lagarto ocelado, que agustito está al sol, qué ¡joder! (joder sí, los segovianos decimos joder), qué susto me ha dado la jodía culebra de escalera, que si el mirlo sale de entre las zarzas y te da otro sobresalto, qué mira que berros más buenos. En otras ocasiones, en los paseos por el campo el susto se lo llevan otros: corzos, jabalíes.  ¡¡Eso me creo !!. pero ellos saben que estás por allí, antes de llegar. Los animales tienen los sentidos mas agudizados que nosotros, ¡tontos de nosotros! que creemos saberlo todo. Otros caminos son menos entretenidos, digámoslo así, son los caminos de tierras cerealistas: alguna perdiz en lo alto de un majano requiriendo alguna dama, algún cernícalo primilla estático en el aire sentenciando a algún ratoncillo para su prole, aguiluchos, milanos haciendo el vuelo nupcial. Es una delicia ver sus vuelos parejos. Pero lo que realmente me apasiona es tener la ocasión de ver cazar al halcón peregrino, contadas ocasiones lo vi, pero inolvidables, y casi siempre, en lo más alto del cielo, este cielo tan nuestro y tan azul. los buitres, ¡eso si que es volar!, ¡que envidia, coño! (porque los segovianos decimos coño también y bien claro ¡qué lo sepáis!) estos carroñeros, con el mínimo esfuerzo, recorren kilómetros y kilómetros, pero el hambre les aprieta… y digo yo ¿Por qué desaparecieron los muladares? En otros países europeos intentan introducir de nuevo al buitre y… por cuestiones sanitarias. Creo que cada ser tiene una función en este planeta, la del buitre limpiar de animales muertos el campo antes de ser focos de infección ¿… y la nuestra? ¡Pues no lo sé, pero creo que aquí, en el planeta, si alguien sobra, somos nosotros; son cosas mías claro, y es que, en mis incursiones en solitario por estas tierras, me da mucho que pensar y siempre viene a mi mente una palabra como resumen y final, RESPETO, pero también viene a mi mente otra, EQUILIBRIO, palabras básicas en nuestro entorno para llevarlas a su ejecución.
Mi tierra es esta, la recorro a menudo, la siento, la percibo, pero no sé narrar sus atractivos, su rudeza, sus encantos como se merece, la mejor narradora es ella, es un libro abierto por las páginas que tú mismo quieres leer, historia, fauna, flora, tradiciones. No te defraudarán sus páginas. Cinco sentidos dicen que tenemos, pero para sacar todo el partido de ellos en nuestra tierra, usar el corazón.




Preciosa mañana la de hoy domingo, las temperaturas frías de estos días pasados nos dan un respiro y aprovecho para salir a dar un paseo, tengo pendientes muchos parajes de nuestra comarca pero en esta ocasión me dirijo a un cañón que tengo ganas de recorrer desde hace tiempo, pues conozco donde empieza pero no donde termina.
Mi pequeña excursión empieza en el puente cercano a Castroserracín, diez de la mañana, aun el suelo y los barros del camino están helados, pretendo seguir el cañón hasta donde me lleven mis piernas desentrenadas de este invierno pues las salidas no han sido muchas.

Lugar de partida, Castroserracín.
Las autopistas me hacen prisionero, los caminos me enseñan la libertad, los senderos me hacen libre.Amistades del camino, todas, el rumor del arrollo, el trinar de pajarillos, el graznar de los cuervos, aromas de flores y hierbajos, picaduras de zarzas y ortigas, nunca se sabe quien te espera al final del camino.

El camino carretero desaparece a unos centenares de metros y empieza un sendero donde el susurro del agua del arroyo nos acompaña en el caminar, la vegetación es la típica plantación de chopos, antiguamente huertos, que deja paso a zarzas y espectaculares nogales. Según nos vamos adentrando, unas parejas de buitres salen de sus dormitorios o tal vez emplazamientos para fundar nuevas familias, es su momento de emparejamiento, la vida sigue para la fauna a expensas de estos movimientos sociales de los humanos tan complejos pero que también a pesar de todo e ignorándolo nos dejamos llevar por quien nos domina muy a pesar de muchos, la naturaleza.

El Fraile.

Las Mojas y el Obispo.

Me encuentro de golpe con esta mole de piedra inhiesta a la que llaman “el Fraile” del que coge su nombre el cañón, yo me pregunto -¿donde está el fraile?- sus atributos se ven y desde lejos, joer con el fraile, y es que hace un día de primavera y uno pues no es de piedra, pero no penséis que me va ese rollo yo soy mu hombre aunque siempre digo que no del todo por la cuestión del machismo, ya me entendéis. En la otra ladera, en la umbría, “las Monjas”, dicen que son dos y que la piedra esa rechoncha es un obispo, ya sabéis cosas de los pueblos.

Tenadas. Donde no hay, la necesidad agudiza el ingenio.

A mi paso veo unas tenadas bajo abrigos naturales de las paredes de roca a las cuales me acerco cruzando el arrollo, ahora de aguas transparentes y en verano creo que inexistentes (en verano tiene que ser esto un horno de calor). Y poquito a poco, paso a paso, llego a un lugar donde de nuevo se ven huertos de árboles frutales, donde los ciruelos son famosos por sus ciruelas claudias, creo que ya estoy en el término de Valle de Tabladillo, y con unos centenares de metros más al Barrio de Arriba. Apenas veo gente y ya son las once de la mañana pero veo bajar a un señor ya mayor fumando un cigarrillo liado y me enrollo un poco con él, -¿cuantos sois en el barrio?- me dice que unos nueve, yo le digo, -¿contando a los perros y todo?- me dice, -que nooo hombre-, pero que de los nueve, cinco de ellos están solteros, -pues valla porvenir- pienso yo y como tengo prisa por volver, me vuelvo a encaminar por donde he venido y más porque noto que tiene una sordera que haría difícil nuestro entendimiento.
En la ladera restos de antiguas minas de yeso, en su momento el yeso de Valle de Tabladillo fue famoso entre los albañiles de la comarca por lo blanco y lo hijoputa que era para trabajarlo, las minas fueron quedando en desuso, volvieron a tener sus días de gloria por la extracción de alabastro, estas que veremos no, otras que se encuentran también en el término, en la actualidad creo están cerradas.

Lugar de llegada, Barrio de Arriba, Valle de Tabladillo.

Me encuentro a mi paso con dos personas haciendo trabajos en la senda, Cesar padre y Cesar hijo, me quedo de charla con ellos y me cuentan, -yo si nací en el Valle- me dice el padre, -pero llevo en Madrid un porrón de años-. Están limpiando la senda junto a unos nogales que dicen que son de su propiedad, me cuentan que antes, debajo de ellos era pradera, ahora ni pueden recoger sus nueces de tanta maleza y zarzas, antes las cabras y ovejas de las tenadas cercanas no lo dejaban brotar ahora está salvaje todo esto. Hablamos un poco de como era todo eso antaño, y como anécdota me dice -aquí en el Valle las fiestas eran en agosto, pero por estos andurriales venían a ellas las cuadrillas de Castroserracín y nos destrozaban las plantaciones de cáñamo, por lo que decidieron los del pueblo cambiar las fechas para que no se las destrozaran. Por eso ahora son el ocho de diciembre, cuando el cáñamo aun no está ni sembrado-. ¡Que cosas! Ya no se siembra a ver que vais a pensar.
Nostalgias de un pasado.

Después de un buen rato de charla y de nostalgia del pasado me despido de ellos. Vuelvo ya por senderos de barro, pues ya desheló y de nuevo a pasar junto a la semejante barbaridad de... ciruelo pétreo y me voy tan contento pa mi fragoneta y que no penséis que porque me transporte en fragoneta no soy de fiar ¡eh! que también soy mu honrrao, un poco cabrón (dicen) pero de buen corazón. Y así pasé mi mañana de domingo. ¿Y la noche? Pues un poco acomplejao por lo visto esta mañana de como se las gastan los frailes, semejante escultura no se la hacen a cualquiera, me consuela pensar que sea de cuerpo completo. ¡Vamos digo yo!

¡Hala, venga, a dormir, acomplejaos!





Empieza como todos los cuentos:

Hace ya muchos años existía en mitad del campo, como no podía ser de otra manera, un pueblo, en el vivían unas veintiocho familias, cada familia se mantenía sacando el fruto a la tierra con el esfuerzo de todos sus miembros, ayudados por ganado de tiro al que cuidaban con mimo, eran sus compañeros de trabajo y de ellos dependían sus cosechas en gran parte. Un huerto, una vaca, ovejas, un cerdo para San Martín, gallinas y algún que otro bicho de corral, rellenaban sus necesidades. Casi todas las familias subsistían de los recursos que ellos mismos arrancaban a la naturaleza, con modestia y sensatez, todas las familias vivían, sin lujos, pero tampoco eran dependientes de nadie más que de la merced de la naturaleza.
Pasaron años y siglos en esa perfecta ecuación de equilibrio sostenido, hombre y naturaleza, naturaleza y hombre, hasta que un hombre pasó por ese lugar, un hombre de ciudad vestido de traje, muy presentable él y les propuso que cambiaran su ganado de tiro por una máquina, infernal para los del pueblo por el humo que echaba y por el ruido que hacía, pero a cambio labraría sus tierras en menos tiempo, con menos esfuerzo y con mucha más productividad. Todos sospecharon de tal máquina y la rechazaron, tenían todo lo que querían pues no conocían otra cosa, solo uno de los habitantes quiso hacerse con una y a cambio de parte de futuras cosechas se hizo con ella.
Sus tierras no fueron suficientes para ir pagando el trato concebido y el mantenimiento de tal máquina infernal, y, poco a poco, fue ganando terreno a sus vecinos alquilando sus tierras pues, ese negocio ya no tenía marcha atrás. Al ver que su producción era mayor dejo la vaca y los bichos del corral pues su tiempo estaba limitado a hacer rentar sus tierras cada vez más y más, pues su producto cada vez era mas barato al ser menor su esfuerzo, pasaron algunos años más y sus vecinos no podían competir con él ni con su máquina, aun más grande que la anterior y más infernal si cabe y, no poco a poco sino con la rapidez de una máquina, fueron abandonando el pueblo, ya solo quedó él rentando esas tierras a sus vecinos. Sus hijos también se fueron lejos a estudiar, pues la escuela se cerró, su mujer fue a cuidadar a sus hijos a la capital, nunca más volvieron. Y colorín colorado el cuento de la máquina infernal ha acabado.

PERO OS PREGUNTAREIS:

¿Que máquina era esa tan infernal? Os lo podéis imaginar, la Avaricia.

¿Y como se llamaba ese señor? Nació llamándose Convivencia con el tiempo cambió por el nombre de Ansia y más tarde Amargura y Soledad.

¿Y como se llamaba el pueblo? La historia está inacabada aun, pero puede tener el mismo nombre que tu pueblo.


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MIS PUEBLOS SE ME MUEREN

Los pueblos se me mueren aquejados de un mal cáncer de soledad y abandono. Unas campanas en su lento y machacante latir nos lo anuncian con una frecuencia que nos entristece a los lejanos y hace llorar ya solo a una siguiente generación. Mis pueblos se me mueren, no queda la menor duda, ya en la historia se perdieron muchos, los que quedan aun resisten sin escuelas, sin críos correteando por sus calles, sin nueva simiente ¿que crecerá en ellos? Sus calles apenas unos pasos cortos y cansados las recorren, lentos, demorando su llegada, pues en la vuelta de la esquina tal vez les espera su ultimo destino.


Los pueblos se me mueren, y con ellos esos saludos de cada mañana tan rituales como entrañables: "hola Juana, ¿que tal estás hoy? María hace fresco abrígate, ¿viste ayer a la Dominga? Dicen que está mala".
Dejarán de sonar esas bocinas anunciando el pan de cada día de esquina en esquina, esas charlas a la fresca de la noche del verano, contando mil historias del pasado, no solo se mueren mis pueblos, se muere algo más, algo que ya no se lleva en otras sociedades, la convivencia.


Los pueblos se me mueren al igual que sus animales de cuadra, esos mulos yeguato o como los burros del tío Tizón, que ni que decir tiene el porqué le llamaban el tío Tizón, tan negro él como sus entrañas y es que en los pueblos conviven todos, le tienen cogida la medida a cada uno, dejarán de oírse los gallos en el corral, aquel perro detrás de las puertas carreteras, y aquel cerdo preparado para la matanza, que reclamaba su festín a base de sobras, patatas cocidas, algo de pienso y cebada cada mañana, ya no lucirán sus chorizos en el sobrao, tampoco en ese jamón colgado de un clavo de la cocina para terminar de curarse se darán más coscorrones sus inquilinos -“redios”-. ¿Y quien nos dirá, cuanto de sal, cuanto de pimentón, cuanto de orégano?


Los pueblos se me mueren, veremos caer sus casas poquito a poco, primero sus tejados rojos de teja árabe dejaran a la vista el esqueleto de sus maderas de cubierta, recogidas antaño en el enebral y ahora en la intemperie, aguantaran algunos años pues son duros como sus dueños que nacieron de la misma tierra, y luego, poco a poco, sus paredes de piedra y cal se irán desmoronando. Ya sus paredes interiores de adobe, galvegadas de cal se cayeron hace tiempo, para pasados unos años no dejar ni siquiera el recuerdo de ese hogar construido en muchos casos por los mismos dueños, ayudados por sus vecinos y es que en los pueblos era así. Y los pueblos se me mueren y con ellos la arquitectura tradicional.

Serán desiertos sus huertos de tomates con sabor a tomate, de lechugas tan frescas como el agua de sus fuentes, ahora ya secas, y sus frutales tan esqueléticos y secos como sus áridas tierras no regadas por ese pozo acenagado ya por esas piedras que formaban la pared para evitar intrusos. Mis pueblos se me mueren y con ellos esos sabores de juventud tan recordados... como cuando asaltábamos alguno para coger alguna zanahoria, algún guisante, cuidados con ese mimo que solo los nacidos de esta tierra saben dar y es que nada sabe igual que la fruta prohibida, como el primer beso robado detrás de los lavaderos a esa chica que te traía por la calle de la amargura, o ese revolcón en las eras que martirizaba tus sueños, los pueblos se me mueren y con ellos mis recuerdos.


Ya años atrás murieron muchos pueblos de nuestra comarca, aun en el recuerdo de nuestros mayores, San Miguel de Neguera, El Carpio, Villaveses, Cabrerizos, Aldealafuente, Fresneda de Sepúlveda, la relación de ellos sería larga de enumerar, tan larga como las tradiciones, ritos, gastronomía, folclore, ermitas, arquitectura que también con ellos murieron. Algunos pueblos de estos citados aun no desaparecieron en su totalidad, sus casas aparecen como esqueletos a nuestros ojos, inertes, mudos a nuestros oídos, pero no indolentes a nuestras demás sensaciones, sientes que algo muy nuestro, nuestra historia, se murió con ellos.

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