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Historias, leyendas y paseos por lugares de la provincia de Segovia.

Son las 9 de la mañana, cojo mi amoto y mi cuerpo y los encamino al parque natural de Montejo de la Vega, ayer me enteré de que en la ermita del Casuar había intervención arqueológica. !Y yo con estos pelos!
Unos 60 kilómetros un poco frescos y después de estar en la entrada para pasar, ¡pues necesito permiso!,

— Esca, no te enteras de nada. —

Pues pronto empezamos a tener problemas con el cuerpo.
El permiso lo cojo en Montejo, en la Casa del Parque y vuelvo por mis pasos a Valdevacas, que es donde se encuentra la entrada más cercana a la ermita (unos 4,5 Km. andando hasta la ermita).

— ¿Pero qué dices? ¿Tu de qué vas?! —

Más problemas con el cuerpo y después de convencerlo, que no es pa tanto, dejamos el casco y el amoto y camino abajo, nos vamos acercando.


—De todas maneras, lo tuyo, Esca, es la leche, 4,5 más 4,5 son 9 ¿Pero tu que te crees? ¿No podrías haberte quedado en casa como todo el mundo mundial? ¿Por qué coño te atraen estos lugares? El otro domingo una, hoy otra más.—

Me hago el loco y yo al paisaje, que ya parece atractivo según nos vamos adentrando.

— El jodio camino y cuanto buitre y cuanto pedrusco y cuanta zarza y, joder, podían hacerlas más cerca ¿Pero como te puede atraer tanto esto, Esca? —

Que pesado y nunca mejor dicho, cerca de 80 kilos, me dan ganas de darme la vuelta, pero que se joda y esto es todo bajada ya veremos la subida, veo cuevas seguro que no está lejos la ermita.........
Ves jodio cuerpo, mira, escucha, percibe, emociónate, siente ¿Merece la pena o no? 178
Pero mira ¿Y esa pila? ¿Y esa especie de pozo? ¿Y esos escalones? Cuando la diñes te traeré aquí como a estos de esas tumbas, pero mira esa bóveda, eres un negao, cuerpo, voy a dejar de salir contigo como sigas a sí.

— Lo que tu digas, pero encima que me das una jupa que estoy molido, no me traes ni agua, ni un bocata, eres un cabrón interesado.—

Pues el agua del río Riaza no se la ve tan mal, tu mismo. Pero cuerpo fíjate, mira que lugar, en la confluencia de las tres cuencas, las cuevas por encima, es un sitio mágico, tenemos que volver con más tiempo.









— Siiiii ¿Y tu abuela la de Garcillán también? —

Pero en bici y recorremos todo.

— Lo que faltaba, y tu abuela sentada en el manillar.—

Que poca gracia tienes cuerpo, te va a enterar de la subida por el camino y parece que el Manolo aprieta ¡Te jodes, que te hace falta!




Y terminó nuestra visita, el camino de subida se hace largo, llegando al aparcamiento recogimos el casco y la amoto y el fresco reanimó al cuerpo, al pasar por la ermita de la Virgen de Hornuez cogimos una carretera de monte que nos llevaba a la autovía para acortar, que desalentador, cruzamos por el terreno quemado en el incendio del año pasado, paramos unos segundos, el silencio hace daño, la imagen es aterradora, no nos dijimos nada porque creo que sentimos los dos lo mismo, desolación. Y nos hicimos la misma pregunta ¿El fuego es destructor o regenerador de nueva vida?






Pos ala, a cogerlo por donde podáis, buenas noches.

-Ya estás en tu pueblo cariño, ya estás en tu pueblo-

Con sus setenta y ocho tacos regresaba, ya para siempre, a su pueblo. Ese coche negro lo trajo rodeado de coronas y ramos de flores, de esas flores que nadie quiere que lleguen de esa manera, su mujer junto a nuevas generaciones lo acompañaron, estas ya de la gran ciudad donde luchó por ellas, pues en el pueblo ni podía luchar siquiera. Su vida transcurrió a cien kilómetros de su pueblo físicamente, emocionalmente nunca lo abandonó, su lucha fue por su familia, porque tuvieran algo y allí donde los acogieron, aun sintiéndose forastero, fundó un nuevo hogar y con muchos sacrificios puso en camino a sus hijos y fue haciéndose, de nuevo, una pequeña casa en el pueblo para esas vacaciones o ese fin de semana que daba de sí un poco más por ser fiesta en la ciudad. Un día volvería, ya jubilado, a pasar sus últimos años, madrugar para oler esas cebadas ya crecidas que como olas del cantábrico mece ese viento, invadiendo de buenos augurios la buena cosecha de ese año. Él ya no tenía tierras de labor pero se sentía pletórico sintiendo ese perfume que le embriagaba de recuerdos de juventud. Las cosas cambiaron y los hijos trajeron nietos, bienvenidos sean, pero todas sus ilusiones se quedaron en desilusiones. Los hijos, junto a sus mujeres, intentando abrirse paso en esa maraña de ciudad debían trabajar y a esos nietos queridos les tendrían que atender hasta la llegada de sus padres. El aplazamiento de irse a su pueblo en su jubilación debería retrasarse hasta ver a esos nietos ya mayorcitos, esta generación hizo de geriátricos para sus padres y de guarderías para sus nietos, de padres, apenas el trabajo les dejó ejercer, por eso ya de jubilados ese amor lo volcaron con sus nietos. Triste y cruel destino que a veces juega con nosotros, la muerte le llamó antes y con tiempo, por fin llegó a su pueblo y entre el tañir entrecortado de esas campanas una voz rota por el dolor.

-Ya estas en tu pueblo cariño, ya estas en tu pueblo-


Si efímero es un atardecer, el nuestro nos llega en un suspiro, tal vez el último, el más largo de nuestra vida, porque nos damos cuenta que desperdiciamos muchos amaneceres.


Desde aquí podéis leer la primera parte de esta entrada que se publicó el 29 de febrero de 2008.



10´30 AM, sol esplendido, día de amoto, batería descargada, empujón y pa lante como los de Alicante, pero sin rumbo fijo.



Sin darme cuenta, me encuentro en Duruelo preguntando a un señor (muy amable por cierto) por alguna ruina de la zona, ermitas, despoblados.....

-Pues si, cruzas la carretera y sigues dejando el río a la izquierda, buscas dirección casa rural y en el monte que se encuentra por encima había una ermita ¡Pero no queda nada!-
-Muchas gracias-



Antes de salir del pueblo recojo estas dos imágenes más, la fuente, junto a la carretera y su no tan antigua ermita de Santiago.


Pues vale, amoto, cruzo la carretera, dejo el río a mano izquierda y dirección casa rural, por caminos de tierra, barros, charcos y algún que otro patinazo. ¡Coño! estoy perdido, era de imaginar. Media vuelta, amoto, caminos de tierra, barros, charcos y algún que otro patinazo, fea se pone la cosa. ¡Coño! no tan fea!. Gente, y pregunto.

-Pues cuando veas una entrada como para la derecha, aparcas y a pie, siguiendo un paso entre alambres de espino (que feo eso de poner fronteras al campo), pues sigues y en lo alto del monte, allí, había algo, San Cristobal se llamaba, pero allí no queda nada, tendrás que cruzar el río antes-
-Muchas gracias-
Pues bueno, pa llá voy, amoto, caminos de tierra, barros, charcos y algún que otro patinazo.


Ya a pie, joder con el puente, hasta que doy con él para cruzar el jodío riachuelo.

Esto va bien, alambreras. Ya el sendero está un poco más marcado, buenos augurios, dos pequeñas cuevas (¿que tendrán estos sitios? que siempre hay cuevas, claro, serían sus inicios), restos de cerámicas y tejas, está claro, campo a través, ladera arriba y ya daré con ello.


Por fin, mereció la pena por supuesto. ¿Que percepción tendrían para encontrar estos sitios tan mágicos? Tiene algo este lugar ¿o se hace mágico después?



Este despoblado se divisa desde la ermita y ya con mi amoto entre caminos de tierra, barros, charcos y algún que otro patinazo, me presento en él, su fuente, sus palomares, sus casas, sus prados, sus vistas de la sierra y su sol de esta mañana que parece que es solo para mi.




Terminada mi visita, mi amoto, mis caminos de tierra, mis barros, mis charcos y mis patinazos, sigo pa lante como los de Alicante y como todos los caminos llegan a Roma, bueno casi, a un románico, Santa Marta, terreno conocido, misión cumplida y a comer, que ya es tarde. Y escribiendo esto, ya en casa, 12 P.M, echo de menos mi amoto, mis caminos de tierra, mis barros, mis charcos y mis patinazos.

Buenas noches a todos.

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