Esta mañana de invierno y de fiestas de Navidad tenía la necesidad de evadirme de alguna forma de todo, mi recurso, ya utilizado algunos años atrás, es perderme un poco por las Hoces del Duratón. Llegué por allí sobre las nueve y media de la mañana, la noche fría y estrellada nos dejó una mañana blanca y brillante, sobre el suelo, desparramadas, millones de estrellas cayeron esa noche del cielo como hojas de otoño cubriendo el suelo del monte, tan blancas, tan frías y tan brillantes, crujían al pisarlas, ¡o me gritaban para no pisarlas! Estrellas y estrellas de hielo tapizando el suelo entre los estirados enebros, que porque los conozco, se que son tan de pueblo como las amapolas, como yo claro, pero a veces se confunden con los de ciudad tan remilgados ellos.
Voy buscando ...., o más bien, voy huyendo y en el caminar me encuentro andando entre las ruinas de un castro. Su calle principal deja a sus lados un hogar y otro mas, para otros son montones de piedra, qué se le va a hacer, atrevida es la ignorancia.
Por una botadera, ¿botadera?, que os cuento, botadera llaman en Sebúlcor a un paso natural o no tan natural, ayudado con piedras entre diferentes terrazas o desniveles del terreno que dan paso de unas terrazas a otras del terreno. Aquí a las terrazas les llaman poyales, pues en una de esas terrazas, alguien dejo su impronta, roja pintura sobre la roca soleada de la mañana, signos ilegibles para un profano, pero no por eso curiosidades que vienen a mi mente. ¿Necesitaría el autor evadirse también? ¿Habremos cambiado algo en estos tres mil años? La verdad, me siento un poco identificado con el autor de esas pinturas escribiendo esto.
Por fin me encuentro un poco, es difícil encontrarse en esta naturaleza, no te agrede, pero te pone en tu sitio, eres pequeño si miras dentro de ti, casi insignificante si miras a tu alrededor, si miras al cielo no eres nada.
Pongo camino por una de las terrazas o poyales al otro castro, este se llama de la Mesilla ¿por qué? Se encuentra en una península que hace el Duratón y en su alto hay como una pequeña meseta, este castro tenía muralla defensiva, me cuesta llegar a la botadera por la que subiré. En el camino me sigo encerrando en mis pensamientos, paso por antiguas tenadas y más antiguamente, hogares de esos parientes aun no tan lejanos, comparando un poco esta sociedad actual con la pasada, cavilo..., antes, el líder era el más valiente, el mejor cazador, compartiendo todo con el clan, en la actualidad, el líder ha pasado a ser el más adinerado, no es el más valiente, tampoco el mejor cazador, pues cazan otros para él, y es el que menos comparte, pero tienen algo en común, son efímeros y tan frágiles como siempre. ¿Cuantas veces se levantarían de sus lechos de hierbas secas y admirarían este paisaje y adorarían ese sol que al amanecer les ahuyentaba las tinieblas y se mirarían unos a otros con el temor de que a alguno se lo hubiera llevado esa noche y se abrazarían día a día por seguir con vida?
Los buitres aun no han despegado, esperan pacientemente que surja alguna térmica y los ayude a remontar su vuelo.
Yo por mi parte, también seguiré esperándola.
Yo por mi parte, también seguiré esperándola.
Este sendero tapizado de escarcha nos recoge entre enebros y sabinas y nos marca el camino hacia la botadera para bajar a la terraza donde se encuentran las pinturas rupestres. El silencio a estas horas es sobrecogedor, la temperatura estará por debajo de cero grados y más en las umbrías, se debe tener mucho cuidado, un resbalón en ciertos sitios puede ser fatal, no es recomendable aventurarnos por estos lugares si no se conocen los senderos, botaderas y pasos.
Este trayecto del río Duratón está embalsado, aunque en invierno apenas tenga profundidad no por todos los sitios se puede transitar. En la mayoría de las Hoces es imposible o no tienes salidas y tienes que volver al inicio de tu marcha, pero nunca debes abandonar los pequeños senderos.
Las imágenes se suceden una tras otra según te sumerges en sus entrañas. Y es que dentro de las Hoces te olvidas un poco de todo lo que sucede arriba, y los puntos de vista difieren, como veis, en la imagen también pasa.
Me encuentro en este lugar cara a cara con la madre naturaleza como en un abrazo mutuo. ¿Qué decir? ¿Qué pensar? Solo siéntate pues las piernas flojean y siéntela.
Sobre la roca soleada de esta mañana testimonios de un pasado que quedó en la sombra. Huellas inmortalizadas en el tiempo, temblorosas pinceladas pétreas no faltas de sentido y armonía. ¿Arte? El de llegar a nuestros días.
Agua, tierra, cielo.
Una botadera en nuestro camino, esta no la cogeremos, iremos a subir por la siguiente. Esto es como la vida misma, si se te presenta una ocasión ¿la coges o la dejas pasar? ¿Que elección es la correcta? En este caso de botaderas lo sabrás cuando llegues a la siguiente y veas que está practicable y si no lo está tienes la oportunidad de volver a la anterior. En la vida no tienes esa oportunidad y a veces ni se te brinda.
He tenido suerte, encontré la botadera y estaba en uso. Ahora estoy en el castro de La Mesilla y esta es la vista que tienen los buitres desde su posadero mañanero hasta encontrar térmicas que les eleven más entrada la mañana. El por qué lo digo mirar el suelo totalmente descarnado de hierbas y restos, lógico ¿no? y más por que al aparecer yo por la botadera unos diez o quince buitres salieron de este lugar en estampida al verme.
Esta es la misma vista pero un poco más cercana, como veis, no solo los buitres se relajan al sol, patos, cormoranes y algún bicho más, como yo, agradecemos el solillo de la mañana, abajo en la umbría hace mucho frío.
¿Qué si vi buitres? Alguno vi, no fue mi intención molestarlos, pero al revés de lo que muchos piensan debe haber una simbiosis entre el hombre y la fauna, no como muchos piensan, tratarlos con mimo: ¡huy! que no se despierten, ¡huy! pobrecillos. En cierta ocasión, haciendo esta misma marcha, en un paso obligado para mi, se encontraba una manada de jabalíes, el miedo me hizo retroceder de momento. Lo que quiero decir es que en la naturaleza debemos, además de respetar, saber en que posición nos encontramos con respecto a los demás, si al fin y al cabo es como la vida misma unos joden y otros están jodidos.
Una última imagen y una última reflexión, las Hoces del Duratón es un paraje para disfrutar integrándose en su espacio, en su interior, como otro bicho más y no verlo desde una mirada o una imagen más o menos bonita. Hay que sentirlo al ir caminando por entre sus senderos, percibir ese olor que desprenden sus plantas al pisarlas, ver sus cambios de color o emocionales (¿por qué no?) después de una agradecida lluvia de verano. Oír el silencio de sus piedras, el murmullo de sus enebros y sabinas, el batir de alas de los buitres o ese silbido que producen al cortar el viento. Y, sobre todo, es un buen momento para encontrarnos y oírnos a nosotros mismos en nuestro interior.
Agua, tierra, cielo.
Inicio, transición, destino.
Vida, muerte, futuro.
Paso por debajo de unas peñas buitreras, las zonas blancas delatan sus nidos y posaderos, debajo, en el suelo, toda clase de desperdicios y excrementos.
Se oyen sus graznidos y peleas entre machos. En las solapas y recovecos de las peñas buitreras se está iniciando un nuevo ciclo, unas nuevas vidas, es Diciembre tiempo de apareamiento.
Una botadera en nuestro camino, esta no la cogeremos, iremos a subir por la siguiente. Esto es como la vida misma, si se te presenta una ocasión ¿la coges o la dejas pasar? ¿Que elección es la correcta? En este caso de botaderas lo sabrás cuando llegues a la siguiente y veas que está practicable y si no lo está tienes la oportunidad de volver a la anterior. En la vida no tienes esa oportunidad y a veces ni se te brinda.
He tenido suerte, encontré la botadera y estaba en uso. Ahora estoy en el castro de La Mesilla y esta es la vista que tienen los buitres desde su posadero mañanero hasta encontrar térmicas que les eleven más entrada la mañana. El por qué lo digo mirar el suelo totalmente descarnado de hierbas y restos, lógico ¿no? y más por que al aparecer yo por la botadera unos diez o quince buitres salieron de este lugar en estampida al verme.
Esta es la misma vista pero un poco más cercana, como veis, no solo los buitres se relajan al sol, patos, cormoranes y algún bicho más, como yo, agradecemos el solillo de la mañana, abajo en la umbría hace mucho frío.
¿Qué si vi buitres? Alguno vi, no fue mi intención molestarlos, pero al revés de lo que muchos piensan debe haber una simbiosis entre el hombre y la fauna, no como muchos piensan, tratarlos con mimo: ¡huy! que no se despierten, ¡huy! pobrecillos. En cierta ocasión, haciendo esta misma marcha, en un paso obligado para mi, se encontraba una manada de jabalíes, el miedo me hizo retroceder de momento. Lo que quiero decir es que en la naturaleza debemos, además de respetar, saber en que posición nos encontramos con respecto a los demás, si al fin y al cabo es como la vida misma unos joden y otros están jodidos.
Una última imagen y una última reflexión, las Hoces del Duratón es un paraje para disfrutar integrándose en su espacio, en su interior, como otro bicho más y no verlo desde una mirada o una imagen más o menos bonita. Hay que sentirlo al ir caminando por entre sus senderos, percibir ese olor que desprenden sus plantas al pisarlas, ver sus cambios de color o emocionales (¿por qué no?) después de una agradecida lluvia de verano. Oír el silencio de sus piedras, el murmullo de sus enebros y sabinas, el batir de alas de los buitres o ese silbido que producen al cortar el viento. Y, sobre todo, es un buen momento para encontrarnos y oírnos a nosotros mismos en nuestro interior.