La realidad es que intentar trasmitir o describir esos momentos es tarea imposible para mi. Es por la tarde y me encamino en dirección a la bajada del cañón, este lugar se encuentra al lado del cauce del río, me guío por el otro lado del cañón donde se encuentra la cueva Del Pico La Culebra, la bajada no es larga y siguiendo la botadera no tiene problemas bajar los cerca de 90 metros de desnivel en caída libre por algunos sitios, ya junto al murmullo del Duratón, me dirijo a la derecha del río, en el silencio del Santuario mis pasos sobre las hojas secas del otoño atronan, los árboles que se encuentran en el lugar buscan escaparse del refugio y abrigo de la peña acariciando las últimas luces de esa tarde, la hojarasca y la hierba desaparecen, en su lugar, polvo de tierra seca y árida donde caen las ultimas nueces de los nogales centenarios, en la roca, en un punto alto, pinturas rupestres esquemáticas ¿que nos intentarán enseñar ? o ¿con que intención se pintarían? Quedan aun los restos en la roca del los fuegos que calentaron y confortaron a esos primeros hombres que escogieron éste lugar como morada, por el suelo restos de hogares, restos cerámicos, piedras trabajadas ¿por que manos? Se les intuye, se les nota su impronta dejada durante siglos de permanencia ¿Cuantos serian? ¿Como se administraban? ¿Por que pintarían en esos lugares? ¿Se reirían ? ¿Llorarían? ¿Serían felices? Todas esas preguntas se agolpan en la mente, todas sin respuestas. Estamos en un Santuario.