Todas las ruinas tienen sus historias, pequeñas historias, puesto que no aparecen en los libros, pero grandes para cada uno de los pueblos donde se encuentran, los recuerdos se pierden con el paso del tiempo y con nuestros mayores.

Cuando empecé con la búsqueda de ruinas por nuestra comarca no pensaba que tendríamos tanto patrimonio en ruinas, fueron tiempos, creo, difíciles para aquellos moradores pero a pesar de ello edificaron por nuestra tierra y con no pocos esfuerzos cantidad de ermitas, templos, casonas… todas ellas con sus historias muy particulares de cada pueblo en donde se encuentran. Pero lo penoso no es que desapareciera este legado del pasado sino también, en muchos casos, el recuerdo de ellas para los actuales habitantes de esos pueblos.

Preguntas y más preguntas sin respuestas, en muchos casos a personas mayores que no me sabían decir nada sobre esta o esa otra ruina, ni el porqué de su abandono, ni siquiera como se llamaba. Me pareció triste en muchos casos la falta de interés por su pasado pero mas triste aun es no poner en valor lo que aun nos queda.

Por mi parte seguiré en esta tarea, por un lado, me reconforta dejar mi humilde aportación y testimonio reflejados en las páginas de este blog, por otro, debo decirlo, me lo paso genial buscándolas por entre montes, cerros y caminos perdidos, en fin, conociendo más a fondo nuestra tierra. Pero allá por donde paso lo que realmente me encanta es charlar con la gente mayor que encuentro en el camino, gentes anónimas, pero grandes, muy grandes, las historias de sus vidas, llenas de penurias en muchos de los casos, esta, su tierra, les traumatizó los huesos, su espalda ya encorvada los delata, trabajadores del campo de sol a sol, luchadores desde su adolescencia hasta su muerte. ¡Que generación más grande dios mío! Y todo por dejarnos una vida más fácil a nosotros. ¿Podrán decir de nuestra generación las venideras lo mismo que yo he dicho y admirado de las pasadas?


Ermita del Humilladero, Fuente el Olmo de Fuentidueña.

COMPAÑERAS DE DESTINO
Tan decrepita una como la desnudez de otra,
sus almas se las llevó el diablo del tiempo,
ese que llegó, que está, que se fue
como si de la Santísima Trinidad se tratara,
ese amigo infiel, amigo de nadie, enemigo de todos,
ese que no perdona
el que a todos nos pone en su lugar,
el que a todos nos falta y nadie le sobra.
¡Y es que llega tan deprisa y sin avisar!
Viene de tan lejos como el viento
y es tan cercano como nuestro aliento,
apropiándose de cada uno de nosotros,
exigiéndonos nuestros momentos a su antojo,
como un dios omnipotente,
los buenos pasan con la rapidez de un rayo,
los amargos con la lentitud de una agonía,
otros, los más crueles, tan eternos como tu.
¿Tienes algo bueno, tiempo que todo lo curas?

Ermita .Virgen de los Olmos Fuenteolmo de Fuentidueña.

Ermita de San Miguel de Fresneda, Sepúlveda.

Capilla/Casa fuerte, Laguna de Contreras.

La Casa Grande, Cozuelos de Fuentidueña.

Hospital de la Magdalena, La Villa de Fuentidueña.

Iglesia de San Martín, La Villa de Fuentidueña.

San Nicolás, Orejanilla.

Iglesia de las santas Justa y Rufina, Pajares de Pedraza.

Castillo de Perosillo.

Mongrao o Buengrado, Perosillo.

De los alrededores del pequeño río Cerquilla, grandes historias románticas se cuentan, fuentes que manan eternamente, tesoros ocultos, un castillo de kilométricos pasadizos secretos y el Palacio de Buengrado, sus piedras bellamente esculpidas se esparcen por los pueblos de alrededor al igual que su recuerdo, Frumales, Perosillo, Olombrada, Cozuelos.

La llamaban la Ciudad de la Rosa, bello nombre para una ciudad de princesas enamoradas, de príncipes encantados croando en el río Cerquilla esperando el beso de una princesa, de reinas locas por amor, encerradas en un castillo fantasma, bajo los hechizos de un malvado mago llamado Pasado.

Sus aguas regaban los huertos, los campos de cereal, llenaban los graneros y también la bolsa de molineros, que con ellas movían sus ruedas, los estanques del palacio se llenaban con sus aguas, los jardines florecían con su frescura, ya no pasa agua por su cauce, tampoco doncellas pasean por su fresca ribera, ni llegan caballeros cortejándolas con sus briosos corceles, ya  tan solo quedan unas ruinas y un bello recuerdo.