El río San Juan es un pequeño arroyo aunque se tiene bien ganado su nombre de río, después de abastecer de agua con sus manantiales a los pueblos de Cantalejo y Fuenterrebollo desemboca sus aguas al Duratón, para mi su primo hermano, algo más mayor y algo más viejo, pero al fin y al cabo familiares. No por todo su cauce tiene agua, nace en el pueblo de Prádena y sus aguas aparecen y desaparecen en su recorrido.

Pero mi excursión por este río tan peculiar y tan cercano a las gentes de los pueblos que siempre le nombran con cariño, empieza desde el despoblado de San Miguel de Neguera, junto al puente que hace siglos era lugar de paso casi único para vadear las hoces del Duratón y las del San Juan, de ahí la importancia de este valle, y como en el Juego de la Oca, o de la vida misma, “de puente a puente por que me lleva la corriente”. Cruzo el puente como puedo para estar en la otra orilla y coger un camino entre enebros, como puedo, digo, pues ya se derrumbó hace años y los pastores lo tenían apañao que se dice, pero cuando desaparecen las gentes del campo viene el abandono.
De puente a puente y tiro por que me lleva la corriente. Como veis este puente está impracticable, siguiendo la carretera con dirección al cruce de Villaseca y El Villar de Sobrepeña y nada más pasar el pequeño puente moderno del San Juan sale un camino a la derecha, ya estarás en ruta.

Creo que casi siempre luchamos contra corriente, en este caso no va a ser diferente vamos río arriba, el camino es suave, sin grandes esfuerzos, un paseo muy agradable a los sentidos, los aromas nos embriagarán al pisar las aromáticas que por allí crecen, los cantos de los pájaros, algún corzo que otro sale de estampida al vernos, suelen bajar por las noches a beber agua y pastar por su ribera hasta bien entrada la mañana.
Vistas del valle del río San Juan, cercándolo al frente los Morros del San Juan, asentamientos de pueblos celtibéricos, junto al camino que vemos, que es nuestra ruta, la necrópolis visigoda.

El camino bordea una necrópolis visigoda, cierto día, labrando este terreno, el arado desenterró algún esqueleto junto con sus ajuares, collares, anillos, fíbulas, que los hombres de los siglos V y VI enterraban junto a ellos para el camino al Más Allá, siguieron las excavaciones llevadas a cabo por Antonio Molinero Pérez allá por el año 1955.
Unos pocos metros más adelante nuestro caminar se encierra más cerca del río, más cerca de la rocas, y me siendo espiado furtivamente por cantidad de ojillos que en las rocas y en los árboles anidan y me miran como un intruso, no más. Con estas palabras escritas quisiera solo, pero creo que no lo consigo, dar sensaciones a mis pasos por estas veredas verdes, tranquilas, sosegadas y llenas de trinos de pájaros y ese rumor del agua que parece que nos dijera “óyeme, da la vuelta y sígueme”.
El río se encañona después de pasar la necrópolis, tendremos la oportunidad de ver en sus paredes buitres, grajillas, chovas y con suerte alimoches y alguna que otra sorpresa.

Pero estamos jugando al Juego de la Oca y poco a poco, desoyendo ese rumor y pasando junto a la fuente Casimiro, un buen lugar para almorzar, llego al otro puente, pequeño pero fuerte y robusto, en el juego este no podemos calificar por su imagen, puentes más grandes cayeron y pequeños ríos también se los llevaron con sus crecidas, pero la mala suerte del dado me lleva al puente del inicio, así que marcha atrás.
Me encuentro en lo que realmente se llama San Juan, lleva el nombre del antiguo despoblado del que no queda nada sobre esta ladera, apenas sus refugios de ovejas en lo alto.
Sobre esta ladera se encontraría el pueblo de San Juan, en su alto antiguos refugios de ovejas, merecen una visita.

Cruzando el puente que se encuentra junto a un desahuciado molino, cogemos el camino que nos sacará de esa encrucijada, donde los manantiales brotan bajo nuestros pies y darán abastecimiento a los pueblos de Cantalejo y Fuenterrebollo, cuyos depósitos vemos en lo alto y los de decantación, de Cantalejo, junto al camino.
Por fin llegamos al otro puente por el que cruzaremos.

Sigo caminando, no quiero andar por aquí y no pasar por este lugar sin visitarlo de nuevo, a un centenar de metros sale un nuevo barranco y dejo el camino, no se como se llama, tampoco me importa. Sobre la ladera de la otra orilla del riachuelo vemos otra de sus intimidades, un pequeño lienzo, tal vez restos de la antigua ermita de San Juan, no muy lejos de ese enclave la enigmática Cueva de las Siete Revueltas, que más que cueva es un agujero.
Nuestra siguientes visitas las encontraremos en el barranco que nos sale a nuestra izquierda,del que volveremos sobre nuestros pasos.

Sigo adentrándome por ese pequeño barranco continuando por el lecho vacío del arroyuelo para llegar a mi punto mágico, debajo de ese abrigo te sientes pequeño, pero a la vez crees estar dentro de un gran cuadro donde por momentos eres la figura central, como el Juego de la Oca y de la vida todo es una contradicción, mis paseos en solitario es lo que tienen, te comes el coco. Continuo por el barranco hasta encontrarme con un refugio de ovejas, solo le veo desde fuera, son recientes las cagurrias y puede haber pulgas. Sus restos de antiguos moradores de hace milenios los encuentro en un insignificante lecho de agua de tormentas que descarnó la tierra, sacando a la luz una más de sus intimidades donde los cursos de agua eran la vida para estos antiguos moradores.


Vuelvo sobre mis pasos hasta el camino en que dejé el dado, no me ha sido propicio, pero me da la oportunidad de seguir mi camino, en la vida no siempre tienes esa oportunidad.
Sigo el camino que se me brinda hacia una salida y busco como referencia el deposito que en lo alto me espera, salgo del camino y ladera arriba subo como puedo hasta lo más alto saliendo de la encrucijada, desde allí veremos la rivera del río y las tierras de cereal, nos encontramos en el otro margen del río por el cual lo recorreremos, pero desde otra mirada, son tierras colonizadas por pueblos celtíberos, no muy lejos otro despoblado aun en la memoria, Hontanares, pero de raíces celtiberas, sus restos así lo testimonian.

Os muestro restos de nuestro patrimonio aun por estudiar.

Mis pasos ya no son por caminos ni veredas, busco entre jóvenes pinos y encinas de repoblación el lugar de mi partida por estos cerros que se llaman los Morros del San Juan, todos ellos nos dejaron restos de un pasado glorioso, pero debemos bajar después de admirar por momentos el valle que a nuestros pies vemos y cogeremos ese camino que tarde o temprano todos cogemos, para bien o para mal, pero es nuestro destino, la sociedad lo juzgará.
Llegando a nuestro punto de partida por ese camino dejamos a nuestra derecha el antiguo arroyo ahora sin agua que desviado unos centenares de metros movía las ruedas del molino que en San Miguel de Neguera se encuentra en ruinas.
Estos son restos romanos (difícil de localizar si no se conoce) de la villa de Castillejos, es la llamada Cueva del Moro, pero más se parece a la cueva de un dragón, pues salió de allí este que os muestro.



A nuestra izquierda esa loma llena de enebros se llama Castillejos, lugar emblemático en nuestra historia, villa romana aun sin estudiar pero importante, lo delatan sus restos, la Cueva del Moro, estucos, terra sigilata, cimentaciones ocultas entre los enebros, creo que fue cantera fácil para los primeros colonos de San Miguel de Neguera.

Y aquí termina mi primera jugada en el Juego de la Oca, en la casilla de inicio, pero seguiré jugando, aun me quedan muchas intimidades del río San Juan por descubrir, espero tener mejor suerte. Os invito a pasear por estos lugares llenos de historia y por la nada desdeñable naturaleza que recorremos junto a nuestro familiar e íntimo río San Juan.