Efímeras esencias de la tierra, que cada otoño surgen de la nada, delicados colores nunca conseguidos ni por las mejores paletas de los pintores más afamados, formas y más formas minimalistas esculpidas por el mejor escultor, que es la naturaleza. Manjares para satisfacer los paladares más exquisitos antídotos para curarte de tus peores enfermedades, venenos guardados entre sus esporas para librarte de tus mejores enemigos ¡Cuantos secretos nos ocultaran!
Humildes, apenas se ven, pero con mirar a ras de suelo abrimos nuestros sentidos a otro mundo desconocido, ¡y lo que dejamos de ver! Nuestra corta vista nos oculta bajo este, otro mundo, uno más pequeño, microscópico, y existe aun otro más que es donde se esconde nuestro alma, por otro lado al mirar de noche a las estrellas apenas vemos un pequeño reflejo de luz, aun sabiendo que son inmensas, las vemos tan pequeñas y es que hasta ahora solo nos seguimos mirando la entrepierna.























Este es mi jardín de otoño, se encuentra bajo los gigantes vestidos de verde eterno, a ras de suelo, es tan  humilde como su grandeza, te sobrecoge cuando paseas por él, y a veces quisiera ser hormiguita para sentir ese otro universo que está bajo nuestros pies, que despreciamos, tal vez porque siempre nos dijeron que los dioses viven en el cielo, es tan inalcanzable como nuestro interior.