Con catorce años te conocí, viniste a las fiestas de mi pueblo, Cozuelos de Fuentidueña, con unos primaverales catorce años, el ligoteo surgió, pero ¿quien me iba a mi a decir que después de seis años me casaría con esa niña? Convertida en mujer antes y con tiempo por el embarazo prematuro de nuestro primer hijo, Jorge, después de año y medio un nuevo embarazo, Sergio, una madraza para ellos con sus veintiún años. Me emociona recordar esos primeros años de convivencia abriéndonos un pequeño rincón en esta vida en esa casa de alquiler pasándolas un poco apretadas, la llamábamos, a esa casa, la casa de las siete plagas, el humo de esa estufa cegaba nuestros ojos, los animalillos salían a vernos de sus madrigueras, las hormigas convivían con nosotros, el barro de sus paredes más en en el suelo que en la pared, ¡y ese sobrao! Maduramos los dos y mi Pilonga, chica de capi, superó esos años con la entereza que le dio el amor que me tenía, teníamos nuestras peleas, por supuesto, pero está tan cerca el amor del odio, apenas un atisbo, y lo importante en esos momentos era saber contar, hasta cien algunas veces, en otras ocasiones hasta mil, pero los reencuentros nos hacían reafirmarnos más y más como pareja, si en esta vida existe algo por encima de todo es el amor de pareja, en muchas ocasiones me decías: -tu nunca me has querido- ¿Debido al amor que me procesas? ¿celos? no se ese porque, tal vez mis motivaciones por darte cosas más materiales y abandonar mis sentimientos y no mostrarlos, no lo se. Hoy te digo que después de estos veinticinco años de casados, podrás desojar mil margaritas preguntándoselo, pero todos sus pétalos te dirán que te quiero con locura, que esta vida pasada junto a ti no la comprendo si no es contigo, que ese día que te conocí es lo mejor que me pudo pasar, que desde tu saber estar como mujer, como amiga, como amante y madre de nuestros hijos me siento afortunado y desde aquí, renuevo esos votos que hice en su día delante de un cura, y esta vez no me equivocaré como entonces:

-Yo, Fernando, te quiero a ti, Pilar, y deseo pasar los últimos años junto a ti, ver a nuestros hijos ser felices con nuestros futuros nietos. Intentaré darte los años de otoño e invierno que vivamos lo más agradables que puedan mis fuerzas, porque tu, mi querida y cómplice Pilonga, te mereces más de lo que yo pueda ofrecerte.-